Ha sido la mayor exhumación practicada hasta la fecha en nuestro país. De la fosa común de Pico Reja, en Sevilla -una de las más grandes de Europa- se han recuperado los restos óseos de casi 1.800 personas asesinadas por el franquismo tras tres años de trabajos que han finalizado este martes. A partir de las numerosas excavaciones llevadas a cabo se han identificado los restos óseos de 10.076 "sujetos", la exhumación de 10.051 de ellos y el descubrimiento de "evidencias de represalias" en los vestigios de 1.786 personas, que corresponden con el número de la "población asesinada", según el informe mensual de Aranzadi.
Entre las víctimas de la fosa no solo se encontraría población civil; también, políticos de la corporación municipal de la época, alcaldes e incluso diputados. Se cree además que en este mismo terreno podrían descansar los restos de Blas Infante, ejecutado en agosto de 1936 y declarado Padre de la Patria Andaluza. No ha sido un trabajo fácil: años después de que comenzaran las exhumaciones en la fosa común de Pico Reja, el pasado mes de junio de 2022, el Ayuntamiento de Sevilla ampliaba el presupuesto destinado a esta intervención.
La razón: la localización de restos de personas represaliadas por las tropas sublevadas desde el comienzo del golpe de Estado de julio de 1936 había "desbordado" las previsiones iniciales: en un principio, se esperaba dar con los restos de 850 personas. Un número igualmente alto, y no es de extrañar. Sevilla fue una de las provincias donde más se mató; precisamente, donde la fama del asesino Queipo de Llano, uno de los dirigentes más reconocidos del fascismo español, creció.
Ahora, casi 90 años después, este macroproyecto de exhumaciones ha ayudado no solo a reparar la memoria de los represaliados y sus familiares; también, a elaborar el relato sobre cómo se vivió en esa Sevilla controlada por Queipo de llano. Una época de terror con oleada de detenciones y fusilamientos que sirvieron al régimen franquista para controlar a la población a través del miedo y sus métodos sanguinarios. Una tragedia contra la que luchan, aún a día de hoy, parientes y allegados a esas víctimas.
El último adiós de los familiares
Es el caso de Rogelia, nieta de un represaliado. Ella no pudo conocer a su abuelo, pero no ha dudado en acercarse a la fosa de Pico Reja a dejar flores en su foto y a leerle un poema que le escribió hace años. Dice que la herida no se ha cerrado, pero que se ha empezado a curar. Como Ángel, un hombre de 90 años que no recuerda a su padre porque fue asesinado por ser sindicalista cuando él tenía 2 años. Cada semana ha venido a esta zona junto a su hijo y su nieto esperando que se identifiquen los restos de su padre, y siguen esperando. Así, no ha dudado en señalar que hoy es un día alegre y triste a la vez.
En el caso de Pepita Amado (97) y su hermana Carmela (95). Ambas, que han llegado en silla de ruedas, han contado cómo se llevaron a su padre, concejal del Ayuntamiento de Sevilla, cuando tenían diez y ocho años, respectivamente. Pepita ha llegado a decir que ha rezado para no morirse con la pena de no encontrarle. Está previsto que la semana que viene se coloque en este punto un mausoleo en memoria de las víctimas. De momento, pala a pala han podido cerrar una de las heridas que dejó el franquismo.
En paralelo al rescate de estos restos óseos, el equipo encargado de la exhumación está remitiendo tandas de muestras de los mismos al Departamento de Medicina Legal, Toxicología y Antropología Física de la Universidad de Granada para la identificación de los cadáveres a través del cruce del AND extraído del hueso con las muestras biológicas tomadas en su día a familiares de represaliados.