Dolores Delgado asumió el cargo de ministra de Justicia tras más de una década como fiscal coordinadora antiyihadismo en la Audiencia Nacional y destaca la permanente colaboración entre fuerzas de seguridad y operadores jurídicos: "En España se han evitado atentados terroristas yihadistas".

Repite la frase varias veces en una entrevista con motivo del primer aniversario de los atentados de Cataluña, un ataque doble que volvió a mostrar en España la cara de un terrorismo que Delgado califica de "mutante" y que fue cometido por una célula de Ripoll, en Girona, que consiguió pasar desapercibida ante las autoridades.

Otros atentados se pudieron frenar, asegura la ministra recordando, como ejemplo, la desarticulación en 2015 de una célula en Terrasa, en Barcelona, que planeaba atacar lugares emblemáticos de Barcelona, como el Parlament.

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Sus diez integrantes fueron condenados a prisión el pasado abril. En junio aceptó ocho años de cárcel el marroquí Abdeljalil Ait El Kaid, excombatiente en Siria que fue detenido en Varsovia en 2015 y que fue acusado por la Fiscalía de intentar volver a España para atentar también en la capital catalana, con la Sagrada Familia entre sus objetivos.

El 17 de agosto de 2017 Delgado iniciaba sus vacaciones en Portugal cuando recibió la noticia del mortal atropello en Las Ramblas. "Nos ha tocado", fue su primer pensamiento. "La hipótesis inicial y segura es que era un atentado yihadista; no hubo apenas dudas", recuerda sobre unas horas en las que el trabajo fue "frenético", ya que había todavía personas resguardadas en locales de Las Ramblas y lo primero era preservar la seguridad de los ciudadanos.

De inmediato comenzó la coordinación con los Mossos, la Guardia Civil y la Policía Nacional, mientras organizaba su regreso a Madrid, para determinar cuántas personas estaban implicadas en el ataque y pronto se estableció la conexión con la explosión registrada la víspera en una casa de Alcanar, Tarragona, sin que trascendiera a los medios.

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Muchas veces ha explicado Delgado que el yihadismo es un "terrorismo mutante", que ha ido evolucionando y adaptándose a las nuevas circunstancias. El atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, explica, supuso un punto de inflexión al mostrar su capacidad de atacar en suelo occidental, pero las investigaciones siguieron muy fraccionadas, no se contaba con suficientes recursos, no se interrelacionaba a las distintas células y no se veía un peligro inminente y real respecto de la seguridad nacional.

"Esta desconexión de las investigaciones y este enfoque muy estanco fue una debilidad", afirma para explicar cómo no se llegaron a ver los movimientos que se estaban produciendo en el mundo yihadista bajo la influencia de Al Qaeda.

Llegó entonces el 11 de marzo de 2004 "y nos dio en el corazón y nos dio en el alma", rememora la ahora ministra. Según explica, en ese momento comenzó la reflexión, la "autocrítica", la revisión de los medios materiales y personales y la apuesta por la especialización y la inteligencia para afrontar un terrorismo que no tenía nada que ver con el de ETA, una organización piramidal, jerarquizada y con un reparto de roles y una ubicación territorial "clarísima".

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Se empieza a tener una visión más universal del fenómeno yihadista, comprobándose la relevancia de la ideologización, de las interrelaciones entre grupos y de internet. "El primer instrumento para cometer acciones terroristas es la radicalización ideológica y Al Qaeda se da cuenta del potencial que tiene internet, una forma exponencial de expandir ideas" y de alcanzar "el califato universal mental", advierte.

El grupo terrorista Estado Islámico ofreció además un espacio geográfico para ese califato y consiguió generar una ilusión, atrayendo a combatientes a Siria y haciendo que "la semilla de la radicalidad germinase en muchas cabezas", recurriendo a las redes sociales y aplicaciones de telefonía móvil. Acabar con el Estado Islámico, advierte Delgado, no supone acabar con el riesgo de atentado, ya que "esa semilla ha germinado en muchas mentes".

Toca ahora principalmente trabajar contra esa radicalizacion y "reconquistar los espacios mentales que han sido ocupados por esa radicalidad y esa violencia", mientras se investiga y se controlan los espacios virtuales. El grupo de Ripoll, a su juicio, es una muestra más de cómo va evolucionando el terrorismo yihadista: una célula local, muy cerrada, conformada por chicos jóvenes, arraigados en una localidad de 10.000 habitantes y sin signos externos de una radicalización importante.

Este viernes, en el primer aniversario de los atentados, Delgado tiene claro que los protagonistas son las víctimas y que el objetivo de cualquier conmemoración debe ser "acompañarlas en su dolor", explicar la investigación realizada y garantizar que se sigue trabajando para que no vuelvan a producirse hechos similares, revisando qué falló para mejorar. "Cualquier otra lectura política que se haga no tiene sentido. tenemos que ser humanos, hay cuestiones que nos tienen que llevar a desechar lo que nos separa", subraya Delgado.