La confluencia de izquierdas no ha podido seguir la estela de la ola de cambio que se inició con las municipales de mayo, en parte por la polarización del voto entre el sí y el no a la independencia, que ha eclipsado el desembarco de los dirigentes de Podemos, Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Pablo Echenique, e incluso Juan Carlos Monedero en algún acto puntual.
Las elevadas expectativas con las que partió la lista de confluencia de izquierdas formada por Podemos, ICV, EUiA y Equo les ha pasado factura y, en cualquier caso, sus constantes apelaciones a movilizar a los votantes del "extrarradio" que habitualmente no participan en las elecciones autonómicas parece que ha hecho salir de sus casas a los partidarios de Ciudadanos.
El cinturón rojo, que Pablo Iglesias quería convertir en "morado", se ha teñido de naranja con tonos rojos de unos socialistas que, pese a perder cuatro diputados, han logrado mantenerse como tercera fuerza parlamentaria.
Si Podemos no ha conseguido aupar a 'Sí que es Pot' ni colocarse en la una buena posición en Cataluña de cara a la próxima carrera electoral de las generales, el candidato Lluís Rabell, un exlíder vecinal curtido en mil batallas sociales, tampoco ha despertado el interés electoral que el 24 de mayo suscitó otra activista, Ada Colau, ahora alcaldesa de Barcelona.
Sólo hay que consultar los resultados en Nou Barris, que aupó a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona y donde hoy ha arrasado Ciudadanos, para ver que 'Si que es Pot' ha sido la cuarta fuerza más votada, por detrás de Junts pel Sí y el PSC.
Algunos militantes izquierdistas históricos habían soñado antes de la campaña con lograr 25 diputados y superar los más de 500.000 votos que obtuvo el PSUC en las primeras autonómicas de 1980, sobre todo contando con el apoyo del partido de Pablo Iglesias.
Pero al final 'Sí que es Pot' se ha quedado con el 8,9% de los votos, un punto menos de los que obtuvo en 2012. Le ha perjudicado sin duda la polarización del voto y el que la ciudadanía aceptara que se trataba de unas elecciones plebiscitarias, como propuso Artur Mas, en la que no ha cabido el discurso social, contra los recortes, contra la corrupción y a favor de los servicios sociales de 'Sí que es Pot'.
Algunos analistas han sugerido que la candidatura de Rabell hubiera naufragado aún más de no haber contado con la "caballería" de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, que querían obtener en Cataluña una "pole position" para la carrera de las próximas generales, donde tendrán que competir con el bólido de Ciudadanos pilotado por Albert Rivera.
Una lectura apresurada de los resultados de 'Sí que es Pot' podría resumirse en que se le han escapado los votos del 'no' del cinturón rojo hacia los "naranjitos" de Ciudadanos y los de los independentistas de izquierdas hacia sus "amigos" de la CUP.
Con más detenimiento, posiblemente los politólogos concluirán que los tradicionales votantes del PSUC se han vuelto a dividir, unos hacia el PSC -los que querían un no rotundo a la independencia-, otros a la CUP -los que querían un sí rupturista- y muchos de los que no votan en las autonómicas, la mayoría en barrios obreros, hacia el emergente Ciudadanos.
Con más calma y profundidad, los politólogos tendrán que analizar si la marca 'Sí que es Pot' fue la adecuada, si el candidato estuvo bien escogido, si el discurso fue el oportuno y qué incidencia real ha tenido la fuerza de Podemos.