El poder de convocatoria de VOX y las intervenciones mesiánicas de Abascal, megáfono en ristre ante aquellos que no consiguen asiento en sus performance ha empujado al resto de partidos a demostrar que ellos también pueden.
Uno que se ha embarcado con especial ahínco en esta competición es el PP. En cada acto los mandamases territoriales chafardean antes de que llegue Casado hablando de cuantas cabezas de votante han arrastrado al mitin. Ni una silla sin su ocupante, ninguna bandera de España sin su ondeador. También siempre algunos pobres excluidos fuera para haber bulto y luego darle amor al líder cuando abandone el evento.
En el teatro Regio de Almansa había 800 personas y unas 200 fuera para el estreno de Valor Seguro, la obra mitinera de Pablo Casado. En Alicante 1.000 y pico, lo mismo en Santiago u otras paradas de la caravana.
Siempre se rondan (previo adobo y engorde) las cuatro cifras, todo para que nadie pueda decir que hay por ahí otra derechita más valiente, otra derechita más asistente (a los mítines, se entiende).