España cumple este lunes dos años desde que se activó el estado de alarma implementado por el Gobierno de Pedro Sánchez para frenar el impacto de la pandemia de COVID-19, una crisis epidemiológica que marcó un antes y un después en todos los ámbitos a nivel mundial y que causó (y sigue causando) verdaderos estragos en la sociedad. También en nuestro país, que hasta la fecha ha registrado más de 11 millones de personas contagiadas y 101.135 fallecidos a causa de la enfermedad provocada por el virus.
Todo empezó a finales del mes de diciembre de 2019. El día 31, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (provincia de Hubei, China) informaba sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, incluyendo siete casos graves. El inicio de los síntomas del primer caso tuvo lugar el 8 de diciembre de 2019, y se diagnosticó fiebre, tos seca, disnea y hallazgos radiológicos de infiltrados pulmonares bilaterales. Se daban los primeros indicios de lo que estaría por llegar.
Unos días después, el 7 de enero de 2020, las autoridades chinas identificaban el elemento causante de este brote como un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae, que fue posteriormente denominado como SARS-CoV-2. A la enfermedad causada por este nuevo virus se la llamó, por consenso internacional, COVID-19. En marzo, las autoridades ya habían averiguado que el periodo de incubación medio es de 5-6 días, con un rango de 1 a 14 días. Para entonces, sin embargo, el virus ya se había instalado en gran parte del planeta.
Prueba de ello son los informes epidemiológicos que empezó a publicar Sanidad para informar del ya grave escenario epidemiológico que sufríamos. En España, ese 14 de marzo, cuando se puso en marcha el decreto que activaba el estado de alarma, se notificaron 1.519 nuevos casos, con un acumulado de 5.753 afectados, y 136 fallecidos por el virus. Además, 293 personas se encontraban ingresadas en las UCI y nuestra incidencia acumulada a 14 días se situaba en los 12,23 casos por cada 100.000 habitantes.
España registraba más de 246.000 contagios y 28.323 fallecidos cuando se anunció el fin del primer estado de alarma
Unas cifras que, tiempo después, se demostraron erróneas. Las escasez de capacidades y mecanismos para el diagnóstico y el seguimiento de los casos no lograban hacer un retrato real del número de personas infectadas y muertas a causa del coronavirus en España. A día de hoy, aunque ya se han realizado estimaciones más precisas sobre el impacto de la primera ola en el número de contagios y víctimas, seguimos sin tener cifras reales que nos acerquen a la dura realidad que empezamos a vivir hace dos años.
Porque sí, hace dos años el único remedio efectivo -temporal, eso sí- que encontramos para luchar contra algo invisible que nos estaba matando fue el confinamiento. Desde que se decretó el estado de alarma, toda la población española, salvo los servicios esenciales, se encerró en casa durante casi dos meses entre aplausos a los sanitarios por su labor y el temor a lo desconocido, a la incertidumbre, a lo que estaba todavía por venir. Cuando se puso fin al estado de alarma, el 21 de junio de ese mismo año, ya se habían registrado más de 246.000 contagios y 28.323 fallecidos por el COVID-19.
Primer año de crisis
A las puertas del verano de 2020, los españoles comenzamos a vivir un proceso de desescalada a distintos niveles, según los indicadores sanitarios que arrojaba cada comunidad autónoma. De esos pequeños paseos -solo de una hora, en un radio de un kilómetro y divididos en franjas horarias para no coincidir con los más mayores, el grupo etario más vulnerable al coronavirus- pasamos a adentrarnos en la llamada 'Nueva normalidad'. La mascarilla y la distancia de seguridad marcaron durante mucho tiempo nuestra vida, como de hecho siguen haciéndolo, aunque en menor medida, aún hoy.
Con el descenso de los índices epidemiológicos durante los meses de julio, agosto y septiembre, el Gobierno relajó las restricciones y había quienes interpretaron esto como un mínimo rayo de esperanza, confiando en que se hubiera superado el tramo más difícil de la pandemia. No fue así. El incremento exponencial de casos y víctimas a medida que llegaba el frío a todos los países nos llevó a un tercer estado de alarma nacional -antes hubo uno del 9 de octubre al 24-, decretado el 25 de octubre, con severas restricciones.
La 'nueva normalidad' en España: toque de queda, prohibición de salir de la comunidad de residencia y límites a las reuniones sociales
A destacar, se activó un toque de queda desde las 23:00 hasta las 06:00 horas, se prohibió salir de la comunidad o ciudad autónoma de residencia y se impuso un límite a las reuniones sociales con un máximo de seis personas no convivientes. Ese día España superó el millón de personas contagiadas y había registrado ya 35.031 muertos por el virus. La incidencia acumulada se encontraba en los 410,18 por cada 100.000 habitantes y la situación en centros de salud y hospitales volvía a ser alarmantemente grave, llegándose a producir incluso colapsos en la atención y asistencia de paciente.
Aun así, ya más acostumbrados a la presencia del virus en nuestra vida, la sociedad siguió avanzando a base de test de antígenos y PCR y muy pendiente de cada mínimo cambio que se producía en relación a las restricciones, ya implantadas por regiones autonómicas. Las zonas de salud y los comercios iban abriéndose y cerrándose en cuestión de días, y a pesar de que seguíamos instalados en esa 'nueva normalidad' invocada continuamente por el Gobierno, ya empezaba a pesar sobre la población un sentimiento de desesperanza por una situación que no parecía que fuera a terminar.
Así llegamos al 14 de marzo de 2021, primer aniversario del primer decreto del estado de alarma, muy perjudicados además por la explosión de contagios y fallecidos registrada durante las navidades a consecuencia de la aparición de las nuevas variantes; una tercera ola de coronavirus brutal que volvió a romper nuestras vidas, tal y como estaban establecidas en ese momento. Ese día de marzo, España ya contaba con 3.195.062 personas infectadas de COVID y 72.424 víctimas mortales. La situación, no obstante, parecía empezar a controlarse un tanto. Las medidas de contención del virus, y sobre todo la llegada de las vacunas, daban sus frutos, aunque no de la forma eficaz que se esperaba.
La razón: el virus no se fue, y sigue sin hacerlo. España siguió haciendo vida como pudo a base de mascarillas, distancia de seguridad y encerrándose en casa en caso de tener síntomas que podían responder a un caso COVID. Y con esta fórmula, así como mejoras en los dispositivos de seguimiento y rastreo -que en este caso nunca han funcionado a la perfección, hemos llegado al segundo aniversario de la implementación del estado de alarma. Hoy, con 11.223.974 contagios en nuestro país y más de 100.000 fallecidos (101.135), y ya habiendo aceptado que el virus no se va a ir, y que deberemos convivir con él reduciendo, en lo posible, los márgenes de mortalidad provocados por la peor crisis de nuestro siglo.