España cuenta en la actualidad con cientos monumentos y calles franquistas repartidas por todo el territorio, e incluso en otros países. Todos ellos, homenajes a los vencedores de la Guerra Civil o reconocidos por sus méritos durante la dictadura de Francisco Franco; todos ellos, ilegales a razón de la puesta en marcha de la Ley de Memoria Histórica aprobada a finales de 2007, durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, y que pide la dignificación de las víctimas de la contienda y el régimen.
"La presente Ley tiene por objeto reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los ciudadanos", reza el artículo primero que, 12 años después de su aplicación, sigue lejos de cumplirse en su totalidad.
¿Por qué entonces no se ha procedido a la retirada de la simbología fascista visible aún en numerosas ciudades y municipios de España? Si bien desde un gran número de instituciones se ha obviado o han denunciado falta de recursos y medios destinados a eliminar todo rastro de glorificación a la dictadura franquista (el propio Rajoy se vanaglorió como presidente del Gobierno de haber destinado “cero euros” a la partida de Memoria Histórica), el Artículo 15 de la propia ley es tajante.
“Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas”, dicta. Es decir, serán responsables de la retirada de monumentos y calles que expongan un carácter antidemocrático.
Frente a esta disposición, aún se puede observar, casi en cualquier punto de España, un legado que anuncia la continua derrota de la democracia y que a día de hoy se antoja imborrable. Rescatamos, más allá del esperpéntico Valle de los Caídos, cinco de los homenajes al franquismo más importantes y destacados que siguen haciendo mella en una división pasada que se niega a ser superada de forma digna.
Pirámide a los italianos fascistas caídos en el Puerto del Escudo
Entre los límites de Cantabria y Burgos, a más de 1.000 metros de altitud, se alza una imponente pirámide de cemento quebrado y sucio que guardaba en su interior los restos de 372 soldados de la Italia fascista de Mussolini caídos en la Guerra Civil. Fueron enviados a aquella zona por el propio dictador en 1937 para asaltar y gobernar uno de los bastiones más importantes de la República.
Tres divisiones del Corpo Troppe Volontaire hicieron frente a los 22 batallones de militares republicanos entre el 15 y 17 de agosto, fecha en la que acabaron por tomar el territorio, un enclave estratégico de gran importancia militar debido a su posición y altura. Ese mismo año, tras la caída de Bilbao y la toma de Santander, junto al Puerto del Escudo, Franco mandó construir este monumento de 20 metros que sigue recordando 82 años después la victoria fascista en el norte de España.
Monolito a Mola en Alcocero de Mola
El 3 de junio de 1937, un avión Airspeed Envoy que despega desde Vitoria con destino a Valladolid se estrella en la localidad de Alcocero, en Burgos. Un fuerte temporal habría zarandeado la aeronave hasta perderse el control de la misma, con el consecuente siniestro. En el vehículo viajaba el general Emilio Mola, uno de los cabecillas del golpe de Estado fascista de 1936 que inició la Guerra Civil en España.
Al ser una de las figuras más importantes del bando de los sublevados, Mola no solo se llevó como homenaje un monolito de unos 20 metros erigido en la colina donde se estrelló el avión, y a cuya inauguración asistió el propio Franco el 3 de junio de 1939 para honrar su memoria (irónicamente, el dictador utilizó el acto para anunciar públicamente la construcción del Valle de los Caídos); también, en su honor, el pueblo donde murió fue rebautizado un año antes, pasándose a llamar Alcocero de Mola.
Monumento a la Victoria franquista en Tenerife
Entre bronce y hierro se levanta un conjunto escultórico de unos 30 metros de diámetro como mayor representación del franquismo en Santa Cruz de Tenerife. Nueve columnas de 14 metros protegen la retaguardia de una figura de diez metros posada sobre un ánge similar al de la Victoria de Valdepeñas, otro monumento franquista del que solo queda la estructura después de que el grupo terrorista GRAPO intentara hacer saltar por los aires.
No es casualidad su semejanza. Ambas obras fueron ideadas por Juan de Ávalos, el mismo que se encargó del diseño del Valle de los Caídos. El Monumento a la Victoria, antes llamado Monumento a Franco, supuso uno de los últimos coletazos del dictador en su intento por mantener presente en España su recuerdo como salvador de la patria. En esta ocasión, su ego fue mucho más allá. La prueba está en la propia obra, construida en 1966: la estatua que reposa sobre el ángel sería una representación magnificada del dictador.
Arco de la Victoria de Madrid
Seis años (1950-1956) llevó construir una de las obras de las que Franco se sintió más orgulloso a lo largo de su régimen. No en vano, el dictador quiso dejar constancia de su triunfo en Madrid con un monumento dedicado a recordar únicamente su victoria frente al bando republicano en la Guerra Civil. Si el monumento de 42 metros no era suficiente para reivindicar su megalomanía, las inscripciones que acompañan a la escultura rematan el culto divino que requería su personalidad constamente.
"A las armas que han vencido aquí, la mente que vencerá siempre ha dedicado como regalo este monumento", reza una de las placas del monumento que desde las asociaciones de Memoria Histórica han reclamado modificar constantemente tras el comienzo de la democracia en España: no entienden cómo es posible que esta ostentosa obra de ocho millones de pesetas que glorifica al fascismo siga pregonando el triunfo de las miserias del país en el pasado reciente.
Las más de 1.000 calles del franquismo
Si bien los anteriores monumentos encajan con la personalidad narcisista y autoritaria de Franco, su paso por la dirección del país no solo consistió en perpetuar su imagen como regidor sagrado; también, en borrar el pasado republicano de España para que, desde cualquier lugar del territorio, cada ciudadano viera y recordara el triunfo de los sublevados como el mayor hito en la historia del territorio.
¿Cómo lo hizo? Con un plan radical de modificación de nomenclaturas callejeras por el cual se dedicaron hasta 1.142 calles a la victoria del fascismo y al régimen y que perduran hasta la actualidad. Toda figura reconocida del bando franquista y de la posterior dictadura debía ser recordada, y así fue: cientos de placas dedicadas a Francisco Franco, a José Antonio Primo de Rivera, a Sanjurjo, a Mola, a Carrero Blanco, a Onésimo Redondo, al general Yagüe o a Millán-Astray siguen gobernando un país que ha normalizado un pasado fascista y que, en cambio, rechaza reparar la memoria de aquellos que murieron intentando defender la libertad robada.
En este mapa ideado por Haciendo Memoria puedes ver todos aquellos emblemas franquistas que siguen aún a la vista pública.