En las retinas de cada vez menos españoles se conserva la imagen del primero de mayo como un día multitudinario, un día de masas, una fecha a señalar en el calendario. Ya casi nadie recuerda por qué, qué tiene el Día del Trabajador para que se celebre el día uno de este mes. Incluso hay quien le suena lo sindical a cosa de otro tiempo, a fósil de otra cultura laboral.
Pero, en los tiempos convulsos que vivimos, con un vaivén brutal en el mercado de trabajo acelerado por la pandemia, con términos como ERTE o despidos improcedentes, los sindicatos no han conseguido remontar sus cifras de afiliación y la desconexión con los trabajadores de hoy se antoja cada vez más grande.
Incluso hay un salto generacional: ya no es tan importante el trabajo. No por las condiciones que permiten organizar la vida, sino porque, dada la inestabilidad y la precariedad imperante, ahora nos identificamos con otros temas culturales: género, sexualidad, memoria histórica...
¿Qué ha pasado para que el Primero de Mayo cada vez sea un festivo más, como otro cualquiera de los que pueblan el calendario laboral?
laSexta consulta a trabajadores mayores y jóvenes, de sectores más sindicados como el Transporte u otros que apenas como la moda; abogados laboralistas y expertos en sociología del trabajo para averiguar por qué.
Más trabajadores que nunca
“Si en la época industrial el trabajo era lo central, ahora lo que nos divide son temas culturales muy diversos: género, sexualidad, la memoria histórica, lo racial. Ahora mismo el gran conflicto en EEUU no es de clase, es racial. Ya no identificamos nuestra vida con el trabajo”, arranca David Luque, profesor de sociología de la Universidad de Oviedo.
Y eso que el trabajo, si lo consideramos empleo, nunca ha vivido una expansión como la actual, a pesar de la coyuntura: nunca ha habido más personas trabajando en España. Jamás.
Los datos del Ministerio de Trabajo dibujan un panorama sin igual. La última Encuesta de Población Activa (EPA) muestra que ya superamos los 20 millones de trabajadores en España, un país de 47,35 millones de habitantes. En 2008, la época de mayor gloria del empleo en nuestro país, era la mitad.
Si hay más trabajadores de nunca, lo lógico es que hubiera una tasa de afiliación a los sindicatos. Y no para de bajar.
De vivir y trabajar juntos a no compartir intereses
“El gran cambio, la época dorada de los sindicatos, en la Unión Europea y EEUU, fue después de la segunda posguerra, en las décadas de los 40-50-60. Era la edad de oro del capitalismo industrial: pleno empleo y trabajo estable”, explica David Luque.
Entonces, el núcleo de la clase obrera “eran los trabajadores no manuales de la industria, que tenían unas condiciones bastante peculiares del centro de trabajo, que compartían trabajo y vida. La masa aislada, que lo llamaban. No había nadie neutral: a todos les afectaban los mismos problemas”, ahonda Luque.
De entonces a ahora, claro, todo cambia. Principalmente, la estructura ocupacional, mucho más heterogénea. “Por poner un ejemplo, en mi edificio, vivimos un profesor, un chófer de autobús, una frutera... No vamos a ponernos a discutir de trabajo. No tenemos los mismos intereses”, comenta el sociólogo.
El ocio, el gran pegamento
¿Qué une ahora a los trabajadores? “El consumo. Los estilos de vida. Compartimos el centro comercial al que vamos, el centro deportivo al que vamos... Antes nos unía el mundo del trabajo. Es uno de los grandes cambios”, docente de la Universidad de Oviedo.
Lo que varios autores denominan el aburguesamiento de la clase obrera acerca a los trabajadores a los estilos de vida de clase media, y eso supone una pérdida de conciencia. Se difumina el antagonismo de clase, el conflicto base que compara las condiciones de vida de los trabajadores con la de los empresarios.
“Las relaciones laborales están asociadas al trabajo productivo, y si eso cambia, cambian los actores sociales”, guiña Pere J. Beneyto, profesor de Sociología del Trabajo de la Universidad de Valencia. “No es que haya habido una desconexión de los sindicatos con los trabajadores jóvenes, sino del mercado de trabajo con respecto a los trabajadores jóvenes, con todos los conceptos asociados al trabajo: salario, perspectiva de vida, proyecto de vida. Ahora tan sólo empieza a cambiar de paradigma con la nueva reforma laboral. Empezamos a ver algunos efectos (contratación indefinida), pero se requiere como mínimo varios años”.
Cómo es el trabajo en España
¿Cómo se entiende el trabajo en España, legalmente hablando? ¿Tiene una definición? Sí, apunta la abogada laboralista Aixa Hernández. “Esta definición de encuentra regulada en el artículo 1 del Estatuto de los Trabajadores, que es la ley principal que regula las relaciones laborales en España (salvo en el caso de funcionarios, que poseen su propio estatuto, y otras excepciones reguladas en la propia ley). Se regula como: "La prestación de servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra personas físico o jurídica, denominada empleador o empresario".
Las relaciones laborales, a nivel individual, se articulan, fundamentalmente, “mediante el contrato de trabajo y las condiciones pactadas en el mismo, pero también en lo regulado en el Estatuto de los Trabajadores, los Convenios Colectivos, el resto de legislación laboral y jurisprudencia de los tribunales”.
“A nivel colectivo, llamamos relaciones laborales a la relación entre empresa y sindicatos, a la negociación colectiva que se establece entre ambos y a la labor de vigilancia y control que estos desarrollan en las empresas”, apuntala la letrada.
Si los sindicatos son la figura central en todo esto, ¿cómo han podido pasar a un plano secundario?
Cómo implicarse si nada es duradero
El profesor Pere Beneyto lo achaca a “la conexión cultural básica con el trabajo y todo lo relacionado”. “Las generaciones jóvenes llegan al mercado de trabajo como fragmentado y precario, y lo asumen como inevitable. Un pequeño esfuerzo de simulación: ¿si tú o yo, con 23 años, con un contrato de 3 meses e inferior, con qué argumentos u objetivos iría a mantener una vinculación formal o informal con el sindicato o con el comité de empresa?”.
“La precariedad contractual se traduce con una precariedad con el sindicato”, subraya. “El sindicalismo históricamente está vinculado a importantes concentraciones fabriles e industriales. En la medida que la empresa se atomiza, la acción colectiva disminuye porque, a la fuerza, es colectiva”.
Y para muestra, un botón. “En Ford Almussafes las tasas de afiliación son iguales o superiores a las factorías de Alemania o Inglaterra. Pero en el mismo parque tecnológico, en las pymes, las realidades son muy distintas”, guiña Beneyto.
Los datos sindicales
Los datos hablan por sí mismos. En España alrededor del 16% de la población está afiliada a un sindicato, según la Comisión Europea. En Europa la media está en el 27%, 23% tras el Brexit. Sobresalen los países escandinavos, con el 70% de su población afiliada, o Bélgica, con el 55%.
“La tasa media afiliación sindical en Europa por trabajadores está entre el 23-24%. En España está en el 16,4%. Es una décima superior a la alemana”, afirma el profesor de la Universidad de Valencia. “La afiliación a sindicatos de cotizantes que pagan su cuota: 2.800.000 en España”.
La representatividad también es tal. Casi 6 trabajadores de cada 10 tiene un delegado sindical en su empresa. Según datos del Ministerio de Trabajo, a 31 de diciembre de 2021 hubo elecciones sindicales en 78.000 empresas, en las que trabajan entre 8 y 9 millones de personas y que eligieron a 275.000 delegados. Representan al 56%, aproximadamente, de la masa asalariada.
Cabe apuntar que el Estatuto de los Trabajadores establece que solo se hacen elecciones sindicales en las empresas de más de 10 trabajadores. Así, queda excluido el 27% del empleo que trabajan en microempresas.
Pero no sólo eso. “Los sindicatos no son un fin en sí mismo, sino que son medios para participar en la gestión del contrato colectivo”, apunta Beneyto. Según los datos de Trabajo: en España se negocian alrededor de 6.000 convenios colectivos (tanto sectorial como de empresa) que regulan las condiciones de unos 15 millones de trabajadores. Esto supone una tasa de cobertura del 87%.
“La legislación establece que el convenio se negocie conforme a los requisitos de representatividad, el convenio resultante tiene eficacia erga omnes. Esa es la fortaleza y debilidad del modelo sindical español: esa cobertura universal que, aunque tengas una afiliación relativamente baja tu capacidad de influencia es más alta”, insiste el sociólogo de la Universidad de Valencia.
”Antes, el 1 de mayo era sagrado”
Julián es transportista y tiene 48 años. “Aquí [en su sector] nadie hace nada: se han intentado hacer manifestaciones, yo estuve en la mesa negociadora de la Comunidad de Madrid de Transporte, pero no podía amenazar con una huelga porque sabía que no tenía seguimiento”.
A pesar de las noticias de los últimos meses, de las noticias, de la movilización con la huelga de transportes, Julián admite que realmente “está poco sindicalizado: por miedo, por comodidad, por los bulos sobre los sindicatos. Un sindicato te ayuda todo lo que puede. Hay ovejas negras, como en todo. Pero está mal visto un sindicato en una empresa".
José Carlos acaba de retirarse y hasta ahora era delegado sindical. Se afilió al sindicato según entró a trabajar en el sector de la energía. “Había mucha lucha hace 40 años. Si querías conseguir algo, todo el mundo se implicaba. Cualquier compañero, afiliado o no. Pero todos estábamos afiliados. No era obligatorio, pero todos los hacíamos: ¿Quién te defendía si pasaba algo?”, explica en su conversación con laSexta.com.
“Antes era el 1 de mayo como sagrado: comíamos juntos, pasábamos el día con la familia, íbamos a la manifestación. Era un día de convivencia. Ahora es un día de descanso, nadie está pensando en manifestarse”, comenta el exdelegado sindical. “Ahora, debido al rollo de que todo el mundo ha trincado, la UGT tuvo los problemas de las cooperativas de las viviendas y pegó el petardazo, CCOO con las formaciones... ha creado una desilusión en los jóvenes. La gente es muy individualista, miran para él: antes no se preguntaba ‘¿y lo mío qué?’. Antes todo el mundo tenía plena confianza en ti. Ahora nadie reivindica nada. Con la política pasa igual”.
”El sindicato es una de mis pocas armas”
Andrea tiene 26 años y trabaja en el sector de la moda. Sobre los sindicatos, sabe “que existen, pero no tengo mucha información ni tampoco tratan las propias empresas. Trabajo en una empresa pequeña y ni siquiera sé si hay representación”, comenta.
“Cuando trabajé en una empresa grande, sí nos informaban bastante y había representante sindical, un chico que estaba en plantilla. Y para temas como los descansos, pelearon por mejorar las condiciones. Y me ubicaron y me ayudaron un montón. Pero ahora, a día de hoy, no tengo constancia de que haya ni cómo puedo recurrir, ni nada”. Es por ello que “nunca” se ha planteado sindicarse.
Por el contrario, el caso de Luis. Este joven gallego trabaja en el sector de la comunicación. “Los sindicatos son una de las pocas armas o herramientas que tienen los trabajadores para pelear a su favor. Todo el sistema está preparado a beneficio de los empresarios y el sindicato es lo único que tenemos nosotros para defendernos. Llevo varios años sindicado, y eso me ha ayudado a entender mejor mis derechos y pelear por ellos”, arguye.
“Confío en el sindicalismo. Creo que el sindicato es como un psicólogo: tienes que estar con él antes de tener problemas, porque te dará herramientas para solucionarlos”, subraya. “El problema a día de hoy es que, con el miedo que tenemos (principalmente los jóvenes) a la precariedad, a los despidos... La gente no se atreve a sindicarse por miedo al "qué dirán mis jefes"”.
RRHH, el nuevo paradigma
El papel de las empresas ha cambiado en todo este tiempo. “La gestión de Recursos Humanos es lo contrario a la cultura de relaciones laborales: sindicato vs individuos. Con RRHH no hay conflicto, sólo hay ‘problemas de comunicación’”, apuntala el sociólogo David Luque.
“En las empresas de hoy, hay formas menos jerárquicas, se diluye, y no identificas el antagonismo. Son jerarquías más planas, entre iguales o similares. No se ve claramente el antagonismo”, insiste el docente.
Además, se suma la crisis de confianza en las instituciones. "En España, somos la población que menos confía en partidos y en sindicatos de Europa. Tenemos poca confianza en las instituciones en general. No es sólo exclusivo de los sindicatos, sino del viejo orden, de los tres actores que intermedian, según la ciencia política, entre los intereses de los ciudadanos: partidos, sindicatos y medios de comunicación”.
Los jóvenes, explica, se identifican más con valores fuera del trabajo “porque en el trabajo les va muy mal. Esto es una generalización injusta. Pero se identifican claramente con el ocio”, indica Luque. “Aunque no se le dé centralidad trabajo, sigue siendo muy central: organiza nuestro horario, nuestra forma de vida, pero buscamos distracciones fuera del trabajo”. Y para eso, cualquier festivo sirve.