Las mascarillas nos ayudan a frenar la entrada del virus. En caso de que consiga introducirse, lo haría en una cantidad mínima. Un estudio internacional indica que eso podría favorecer que, si se produce una infección, se curse de forma más leve o asintomática, ya que la carga viral que recibiríamos no sería alta.
"Esto hace que se produzcan pequeños inóculos que puedan facilitar en la teoría, que se puedan producir mayores infecciones asintomáticas y que puedan conseguir un mayor estado de inmunidad como si fuera una vacuna", ha explicado José Félix Hoyo, presidente de Médicos del Mundo
Según los expertos, hay ejemplos que demuestran que estos estudios se acercan a la realidad. "Por ejemplo, está el caso de un brote en un crucero donde la gente que llevaba mascarilla fue en un 80% asintomática y los que no la llevaban los asintomáticos solo fueron el 20%", ha manifestado Marián García, doctora en Farmacia y autora de 'Boticaria García'.
También hay evidencias en el mundo sanitario. "En algunos lugares, a partir del uso de mascarillas, a pesar de que seguían infectando profesionales, esas infecciones eran más leves", ha apuntado Félix Hoyo. Por eso es tan importante conservarlas en buen estado, sobre todo ante épocas de mal tiempo. Esto es, habrá que vigilar cuando empiece a llover para evitar que se mojen las mascarillas.
"Pierden eficacia e impiden una buena respiración. Las autoridades deberían plantearse no multar", ha afirmado Graziella Almendral, directora de 'Indagando Televisión'. Una solución es llevar otra de repuesto, intentando estar el mínimo tiempo posible sin ella. No obstante, mientras tanto, mejor llevarla puesta porque, hasta que llegue la vacuna, es la mejor de nuestras defensas.