En julio de 2009, con el caso Gürtel en plena ebullición y Luis Bárcenas a punto de declarar ante el Tribunal Supremo, el marido de María Dolores de Cospedal pide a José Manuel Villarejo que se reúna con ella. "Yo, antes o después, voy a preparar una reunión tuya con ella", afirma Ignacio López del Hierro. El excomisario responde: "Cuando tú quieras".
Villarejo acepta, pero pone una condición: "Hay que estar muy pendientes, porque macho, si me quema, la fuente se seca. (...) Mira, lo ideal es, como dicen en mi pueblo, en tu casa o en la mía. De la manera más discreta". La elegida fue la casa del Partido Popular: la planta séptima de su sede central en Madrid.
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Eso sí, la reunión se celebraría con el máximo secretismo. "Yo te recojo en un coche que vaya con los cristales tintados donde tú me digas. Vamos a Génova, entramos por el garaje y desde ahí cogemos el ascensor, subimos al despacho de María Dolores y ya está", le propone el marido de Cospedal.
Dicho y hecho. Ese es exactamente el plan que ejecutan al día siguiente, a solo un día de la declaración de Bárcenas en el Tribunal Supremo, el 22 de julio de 2009. Poco antes de las seis de la tarde, Cospedal recibe a Villarejo en su despacho de la planta noble de Génova.
Desde el principio queda claro que el encuentro es clandestino. Cospedal le asegura que allí no hay nadie: "No hay nadie ahora, porque como estamos en horario de verano y esta planta está en obras, aquí no hay nadie. Estamos solo Mariano y yo. Y ahora no está". Villarejo lo da por válido: "No te preocupes". En los audios publicados por 'moncloa.com', no se escucha el contenido de la reunión: solo que todo es secreto.
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"Si esto que estamos hablando trasciende. Te hago el matiz...", plantea Villarejo. Cospedal no tarda en responder: "Haces muy bien en decirlo. Para mí es igual, no puede trascender". De saberse, según asegura Villarejo, se acaban los chivatazos: "Mis contactos, mis buenas relaciones, se nos vendrían todo para abajo".
La exsecretaria del Partido Popular coincide con él: "A mí también se me vendría abajo, sería absurdo". Villarejo, al final, sentencia: "Habrás visto que cada vez que yo le he dicho algo a Ignacio, lamentablemente se ha cumplido". Una ventaja a la que Cospedal no quería renunciar.