Numerosos expertos e historiadores coinciden en que la situación de Franco y el Valle de los Caídos es, cuanto menos, peculiar. Pero no es única. En China siguen honrado la memoria de Mao Zedong; y en Corea del Norte, a Kim il Sung. Pero son pocas las democracias que siguen guardando honores a sus dictadores.

Europa y el mundo entero se enfrentaron a múltiples dictaduras durante el siglo XX, pero la mayoría de países optaron por honrar la memoria de las víctimas de aquellos regímenes. Alemania lo tuvo claro: los restos de Hitler, los de su mujer, Eva Braun, y los de la familia Goebbels fueron exhumados en 1970. Todos fueron cremados y arrojados al río Biederitz.

No es el único caso a nivel europeo. En Italia, y tras su derrota, Mussolini fue ejecutado. Su cadáver, después de ser golpeado y exhibido de forma pública, fue entregado en 1957 a su familia, que lo enterró en el cementerio de San Cassiano, en Predappio.

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A nivel internacional se dan ejemplos similares al de Alemania e Italia. En República Dominicana, el general Rafael Leónidas Trujillo recibio el adiós de miles de personas que desfilaron ante su féretro tras ser asesinado. Sin embargo, años después, y ante la presión popular, su hijo tuvo que exhumar el cuerpo de su padre. Actualmente, los restos de Trujillo están enterrados en un cementerio de El Pardo.

El mismo caso que en Nicaragua, pero por partida doble. El dictador Tacho Somoza llegó a ser enterrado con honores en la cripta de la Guardia Nacional de Managua. Sus restos, reducidos a escombros, duraron allí lo que duró la dictadura de su hijo Anastasio, que fue asesinado y enterrado en un cementerio de Miami ante el rechazo de los nicaragüenses para mantenerlos en su país.

El argentino Jorge Videla está enterrado en Buenos Aires bajo una lápida con nombre falso. Pinochet fue incinerado y sus cenizas entregadas a su familia, que las trasladó a una capilla privada en Valparaíso. Así lo ha explicado también en un interesante hilo de Twitter la periodista Nieves Concostrina.