El 17 de enero de 1966, dos aviones de la Fuerza Aérea de Estados Unidos chocaron y perdieron cuatro bombas nucleares sobre Palomares. 54 años después, esta localidad almeriense sigue pagando, pese al marketing franquista (Fraga y el embajador se bañaron en sus playas con la idea de demostrar que no había peligro), las consecuencias de aquel accidente.
Los miembros de las Fuerzas Armadas estadounidenses se llevaron en su día parte de la tierra contaminada, sugiriendo que "quizá no habría sido necesario para la salud y el bienestar de la gente de Palomares" pero sí "para su estado mental".
Sin embargo, algunas siguen allí. El plan pasaba por llevarlas a Estados Unidos, país causante de esa contaminación, pero legalmente está por determinar quién es realmente responsable de limpiar la zona.
"Se sabe cómo limpiar Palomares, con qué limpiar Palomares pero realmente todavía no se ha limpiado Palomares", resume la alcaldesa, María Isabel Alarcón. "Hay un proyecto para hacer una limpieza de esa zona y esto es lo que tienen que haber hecho", denuncia por su parte un vecino.
Mientras la Comisión Europea pide a España que investigue si los alimentos de la zona están contaminados, los ecologistas aseguran que el riesgo existe. "Afecta a las plantas, puede afectar más o menos a su vida y su desarrollo, también a los animales, pero al final termina llegando a las personas", afirma Cristina Roig, de Ecologistas en Acción.
Hoy por hoy, Palomares sigue siendo la localidad más radiactiva de España.