El panorama actual de la política no solo influye en el voto que ejerce la población, sino también polarización afectiva. ¿Qué significa esto? Que la ciudadanía rechaza emocionalmente a quienes opinan distinto. Esa clase de polarización ha aumentado un 50% en las últimas dos décadas.
Y es que cuando los discursos políticos se polarizan, la distancia entre los ciudadanos que piensan diferente aumenta, como explican Lluis Orriols e Ignacio Aguado. "La polarización afectiva es la diferencia entre el afecto al partido con el que simpatizas y el rechazo a los partidos rivales", afirma Orriols, algo que para Jurado puede ser "problemático" porque puede provocar "rechazo".
Este factor tiene consecuencias directas en nuestra democracia: disminuye la colaboración ciudadana, aumenta la desconfianza en las instituciones, se cuestiona la legitimidad de los Gobiernos y aumenta la posibilidad de bloqueo. La polarización hace, en definitiva, que los puntos de encuentro "desaparezcan", asegura Orriols.
Pero no es algo novedoso ni tampoco ocurre solo en España. Hay factores generales, como la llegada de las redes sociales, y otros son factores más propios de nuestro país, como el "muro" que hay entre izquierda y derecha al contar con "identidades ideológicas fuertes", como afirma Jurado.
De hecho, en España, las mayores distancias entre votantes son las que hay entre los diferentes bloques electorales, algo que hará más difícil que las leyes propuestas por un partido "sobrevivan" cuando haya nuevas mayorías, analiza Orriols. Lo que parece claro, dicen los expertos, es que cuando entramos en un ciclo de polarización, parar es difícil. Pero la política juga un papel fundamental para conseguirlo.