El Congreso de Suresnes, en 1974, marcó un punto de inflexión en la historia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Contra todo pronóstico, Felipe González fue elegido como nuevo secretario general del partido, iniciando un proyecto político compartido con su amigo de la universidad, Alfonso Guerra. Ambos, originarios de Andalucía, traían consigo una visión reformista que resonaba en una España sedienta de cambio.

Sin embargo, ya en 1978, González comenzaba a distanciarse de las ideas más tradicionales. En una declaración que definió su liderazgo, afirmó: "Hay que ser socialista antes que marxista". Esta nueva dirección del partido encontró su culminación en 1982, cuando el PSOE arrasó en las urnas, y González y Guerra celebraron juntos la victoria desde la ventana del Hotel Palace, con González como presidente y Guerra como vicepresidente.

A pesar de este triunfo compartido, las diferencias entre ambos empezaron a hacerse evidentes. La elección de ministros como Carlos Solchaga y Miguel Boyer, cercanos al ala liberal del partido y asociados con la llamada 'cultura del pelotazo', puso a prueba la relación entre los dos líderes. Las tensiones alcanzaron su punto álgido con el llamado "caso Guerra", cuando el hermano de Alfonso fue acusado de tráfico de influencias. Guerra dimitió como vicepresidente, aunque se mantuvo en el partido, alejándose poco a poco de la primera línea política.

Después de años de distanciamiento, el pasado año ambos volvieron a aparecer juntos en un acto público, mostrando una reconciliación que muchos consideraban imposible. Este jueves, Felipe González y Alfonso Guerra reconocen que, aunque han tenido sus roces a lo largo de las diferencias políticas.