Pérez Rubalcaba fue un hombre de Estado ante todo. Hay especialmente dos momentos en la historia de este país donde el exministro desempeñó un papel crucial.
Uno fue en la lucha contra ETA. Fue él, desde el Ministerio del Interior, quien condujo el proceso hacia la derrota de la banda terrorista, que en octubre de 2011 anunciaba el fin de su actividad. Aunque siempre se ha sentido orgulloso, nunca se ha atribuido en público ese éxito.
Años más tarde, en mayo de 2018, justo hace un año, la organización terrorista confirmó su disolución y dio por concluida su "actividad política". Un anuncio que pilló a Pérez Rubalcaba en la universidad, alejado ya de la política y ejerciendo como profesor de Química.
También destaca el servicio que prestó al país en el momento de la abdicación del rey Juan Carlos. Fue uno de los hombres que negoció la abdicación del monarca en 2014, pocos meses antes de abandonar la política. La confianza de Juan Carlos I en él era tal que le pidió incluso que no abandonara la Secretaría General del PSOE hasta que hubiese abdicado. Y Rubalcaba esperó.
Suyo es también el mérito de haber logrado que las víctimas de tráfico se hayan reducido a niveles e los años 60, con su política de seguridad vial. Y la puesta en marcha de la Logse lleva su nombre.