El Senado vuelve a presenciar un cara a cara entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, el segundo debate parlamentario entre ambos desde la llegada del gallego a la presidencia del Partido Popular.
En el centro del debate se ha situado el modelo económico y fiscal de ambos partidos, de aumentos a las rentas más altas en el caso de Sánchez y de rebaja generalizada de tributos, por la parte popular. Formalmente se ha convocado para desgranar los efectos en las comunidades autónomas de las medidas desplegadas por el Gobierno, pero en la práctica ha servido para darle una nueva oportunidad al jefe del Ejecutivo de confrontar con Núñez Feijóo.
Durante su primera intervención, Sánchez ha valorado los pasos que ha dado el Gobierno para proteger a las familias y a las empresas y ha reivindicado la gestión que se hizo de la pandemia del COVID-19 como modelo para hacer frente a una nueva crisis, la derivada de la guerra de Ucrania.
"No podemos evitar esas lecciones. Porque en los momentos más duros, todos queríamos más Estado del bienestar", ha subrayado Sánchez. La reivindicación no es menor, ya que pasa por lo fundamental del debate tributario. Frente a las rebajas que proponen los populares y algunas comunidades -también socialistas-, el jefe del Ejecutivo defiende aumentar los gravámenes a quienes más tienen o se han visto beneficiados por la guerra para costear las medidas sociales.
De hecho, Sánchez ha deplorado la carrera a la baja de algunas comunidades autónomas. "No es razonable que se establezca una disputa fiscal a la baja que va a debilitar lo que con tanto esfuerzo hemos fortalecido, que es nuestro Estado del bienestar", ha insistido, en clara referencia a la eliminación del tributo de patrimonio en comunidades como Andalucía, que copió el modelo de Ayuso.
Así, ha sostenido que ahora la banca y las compañías energéticas -que reciben beneficios extraordinarios como consecuencia de la situación actual- tienen el "deber moral de devolver a la sociedad en momentos de dificultad una parte de lo que recibieron en la pandemia".
Un Senado con cada vez más protagonismo
La ausencia del líder de la oposición del Congreso ha tenido varias consecuencias. Por un lado, el Senado ha recuperado protagonismo, aunque las oportunidades de control al Ejecutivo son aquí menores, frente a la oportunidad semanal de preguntar y debatir con el presidente. Por otro, también limita las opciones de confrontar modelos. Es lo que busca Pedro Sánchez, cuya nueva estrategia pasa por no evitar el enfrentamiento con el líder de la oposición.
El formato beneficia al presidente: su tiempo en la tribuna es ilimitado, frente a las encorsetadas intervenciones de los portavoces de la oposición, que solo disponen de 15 minutos y otros cinco de réplica. La diferencia entre ambos fue especialmente demoledora para Núñez Feijóo: en su primer debate sobre la situación energética, a principios de septiembre, Sánchez hiló una dura de retahíla de 47 minutos con "meteduras de pata" del líder popular. "¿Es insolvencia o mala fe?", preguntó con insistencia Sánchez, una machacona cuestión que resonó en la cámara cada vez que la pronunciaba como una estocada.
El ánimo ahora es diferente. De acuerdo con la encuesta del CIS, Sánchez salió victorioso de aquel primer enfrentamiento y, según el mismo organismo, ahora lidera la intención de voto con cuatro puntos de diferencia sobre el PP. Y si en aquella ocasión el presidente del Gobierno acusó a Feijóo de alinearse con los poderosos banqueros y dueños de las eléctricas -en relación con su oposición a los impuestos temporales propuestos por el Ejecutivo-, ahora insistirá en su querencia por las élites en materia fiscal.
Feijóo tendrá que exprimir al máximo sus veinte minutos para contrarrestar a Sánchez. Desde el PP insisten, en palabras de su 'número tres', Elías Bendodo, que "a cada insulto (de Sánchez) habrá una propuesta de Feijóo". De hecho, fuentes populares confían en que el presidente sea menos "abusón" que la vez anterior. La tarde en la Plaza de la Marina de Madrid, la usualmente tranquila sede del Senado, será de nuevo un hervidero.