El coronavirusestá sometiendo a una enorme presión al sistema sanitario, volcado en la lucha contra un enemigo invisible que ya se ha cobrado más 2.000 vidas en España. Pero también en plena pandemia la gente sufre infartos, derrames cerebrales y accidentes de tráfico: el día a día de los hospitales no se detiene para combatir al COVID-19, que, no obstante, ha trastocado todas las rutinas asistenciales, más allá de la primera línea de batalla contra el virus.
Lucas (nombre ficticio) es cirujano cardiovascular en un gran hospital del norte de España. Por sus manos pasan casi a diario corazones, vasos y arterias. Pero las intervenciones de su especialidad, en plena crisis sanitaria por el coronavirus, se han visto reducidas al mínimo indispensable. El objetivo, explica, es "mantener las UCI libres y que los respiradores y cualquier unidad de reanimación estén disponibles" para afectados por el virus.
"Se ha suspendido casi toda la cirugía programada", indica este profesional sanitario, que precisa que sí se mantienen aquellas operaciones que son cuestión de vida o muerte. "Normalmente tenemos unas 15 sesiones de quirófano a la semana -precisa-. Ahora mismo tenemos cinco, que llenamos con casos de urgencia: pacientes vasculares o cardíacos que necesitan cirugía porque si no les operas puede aumentar el riesgo de que pierdan la pierna o incluso de muerte", resume.
En cuanto a los trasplantes de corazón, también se han reducido: mientras dure la crisis, se llevarán a cabo solo en pacientes en 'alarma 0' (con soporte mecánico circulatorio) o con "riesgo inminente". Estas intervenciones se realizarán a criterio de los especialistas, "extremando las precauciones" y siempre que haya disponibilidad en la UCI.
Una suspensión temporal de la actividad quirúrgica que traerá consecuencias, advierte el médico, como "que las patologías de los pacientes que están esperando se agraven". Una vez superada la crisis, cuyo final aún no se divisa, "las listas de espera van a ser brutales", augura. Un "mal menor", puntualiza, en tiempos de crisis sanitaria.
Plantas y pasillos reservados para infectados
A pesar de que las cifras del coronavirus en su región aún no han "sobrepasado" a los sanitarios, el COVID-19 ha obligado a reorganizar todo un hospital en el que trabajan en torno a 6.000 personas: se han reservado plantas enteras para los infectados, así como habitaciones que habitualmente albergan a pacientes inmunodeprimidos.
Además, aunque "de momento no hay escasez", se mira con lupa la distribución de material: el jabón hidroalcohólico, las batas y las mascarillas no se reparten ya a la ligera. Incluso, relata Lucas, parte del personal que ha quedado desocupado por la suspensión de la actividad quirúrgica se está dedicando a coser calzas y escafandras.
En cuanto a los casos sospechosos, tienen su propio camino a través del centro hospitalario, completamente aislados del resto de pacientes. "Hay una vía especial en el hospital por donde va el paciente que tiene coronavirus: no va por el pasillo habitual, va por un pasillo específico y todos tienen que ir por el mismo. Esos pasillos conducen bien a la UCI o van dirigidos a esas plantas que se han reservado", detalla Lucas.
"En torno al 90% de la consulta la pasamos de manera telefónica"
Como parte de las medidas preventivas, también se han cerrado todas las cafeterías públicas del hospital, se han endurecido las restricciones a las visitas y los profesionales sanitarios extreman la higiene de manos, incluso más de lo que ya es habitual. Lucas, cuyos pacientes son de alto riesgo por sus patologías cardíacas, además lleva mascarilla durante el pase de planta, para evitar ser "vector" de la enfermedad cuando visita a los enfermos.
En cuanto a la consulta, se intenta evitar la presencia de los pacientes en el centro, siempre y cuando no sea imprescindible. "En torno al 80-90% de las consultas las pasamos de manera telefónica", estima Lucas. Y continúa: "La semana pasada, de todos mis pacientes solo hice venir a la consulta a 6 de 30".
Médicos voluntarios y equipos divididos para evitar contagios
De momento, los doctores y doctoras como él no atienden directamente a pacientes con coronavirus, de quienes se ocupan principalmente internistas, intensivistas y médicos de urgencias. No obstante, llegado el caso, también ellos podrán ser 'reclutados' para labores diferentes a las de su especialidad. "Si necesitan más profesionales tirarán de neumólogos, anestesistas, cardiólogos... en función de la tarea y la capacitación. Si necesitan más, entonces ya tirarán de nosotros", calcula Lucas.
Pero los médicos también son personas y, como tal, también pueden contagiarse. De hecho, un 12% de los contagios en Españacorresponden precisamente a personal sanitario. En previsión, el hospital ya está pidiendo voluntarios de otras especialidades: "Supongo que quieren tener una especie de lista para que, si muchos 'caen en combate' -en el sentido de que se infecten y tengan que ser aislados-, saber quién está dispuesto a hacerlo de manera voluntaria", indica.
"Hemos dividido el equipo de cirugía en dos, para que no haya contacto"
Además, se han adoptado precauciones especiales para garantizar que siga habiendo especialistas disponibles en todas las áreas, aun en el caso de que un miembro del equipo dé positivo. "Hemos dividido el equipo en dos para que no haya contacto", explica este profesional. "Así disminuimos la posibilidad de que 'caiga' todo el equipo junto y que el hospital se quede sin cirujanos cardiovasculares".
¿Y si alguien da positivo? "Un médico sabe lo que tiene que hacer. Si tienes síntomas, ponerte en contacto con tu responsable directo y con riesgos laborales para que te hagan la prueba", explica Lucas. En su servicio, dos personas con sospecha ya han dado negativo.
Los sanitarios tampoco son inmunes al miedo. "Vas al hospital y hay gente que la ves atemorizada", admite Lucas, que sigue yendo a trabajar, presencialmente, cada mañana. "Los médicos también somos personas", recuerda.
Y, sin embargo, allí siguen. Ni el cáncer ni las urgencias cardiovasculares cesan en tiempos de coronavirus. Tampoco los profesionales ni la actividad de los hospitales, si bien con dificultades añadidas y ritmos alterados. Nunca antes la sanidad se había enfrentado a un test de estrés como el que plantea esta pandemia.