El 24 de septiembre de 2014, la Policía Nacional atrapaba a Antonio Ángel Ortiz Martínez, el pederasta en serie que sembró el miedo en Madrid durante meses con sus monstruosos delitos. El conocido como pederasta de Ciudad Lineal, que secuestró y violó a cuatro niñas de entre cinco y nueve años, no volvería a hacer daño.

Aquel día de septiembre, un suspiro de alivio recorrió la capital desde primera hora de la mañana, cuando la Policía informó de que a las 07:30 horas agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) habían irrumpido en un domicilio de Santander -la casa de un tío de Ortiz- para capturar al que muchos calificaron como el "enemigo número uno".

Desde hace meses en una celda de la prisión de Jaén, tras pasar casi una década en la de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), Ortiz, que ahora tiene 53 años, sigue cumpliendo la condena de 70 años y seis meses de cárcel que le impuso en 2016 la Audiencia Provincial y confirmó dos años después del Tribunal Supremo por cuatro delitos de agresión sexual y otros cuatro de detención ilegal.

Su arresto hace ahora 10 años ponía fin a la llamada 'Operación Candy', que llegó a movilizar a decenas de policías de paisano en parques y zonas de afluencia infantil de los distritos madrileños de Hortaleza y Ciudad Lineal.

Cuatro niñas secuestradas y agredidas sexualmente

Las alarmas se encendieron meses antes, el 10 de abril de ese año. Una niña de nueve años era secuestrada cuando iba a comprar golosinas -'candy' en inglés, de ahí el nombre de la operación- cerca de un frecuentado parque de Ciudad Lineal. Horas después, apareció sola y aturdida. Su captor la había agredido sexualmente en el bautizado como "piso de los horrores" de la calle Santa Virgilia, donde agrediría a otra niña también tras suministrarles Lorazepam.

Hasta 10 horas tardaría la Policía Científica en rastrear palmo a palmo la vivienda para hallar pruebas tras su detención. El cruce de otros casos y las posteriores pesquisas determinaron que la primera víctima de Ortiz fue una niña de cinco años a la que abordó en otro parque el 24 de septiembre de 2013. El 17 de junio y el 22 de agosto de 2014, el pederasta de Ciudad Lineal volvió a actuar contra otras dos niñas de seis y siete años.

Las cuatro víctimas, cuya identidad fue protegida, reconocieron sin dudas al monstruo que les había hecho daño tras abordar a algunas de ellas con el engaño de gastarle una broma a un familiar.

Así dio la Policía con el agresor

La Policía llegó a manejar hasta nueve líneas de investigación y tener un listado de 50 sospechosos. Conscientes de que, por desgracia, en este tipo de delitos, la reincidencia arroja más pistas porque el delincuente puede cometer errores, los agentes comenzaron a 'afinar' después de la tercera agresión.

Disponían ya de un 'croquis' dibujado por la segunda víctima de la vivienda de la calle Santa Virgilia y de su aspecto físico que dio una niña de 11 años a la que supuestamente el acusado abordó en un intento fallido media hora antes de la segunda agresión. Esta pequeña, la segunda víctima, ofreció muchos datos de la vivienda del acusado, de la que dibujó un plano: tenía puertas blancas, un aparcamiento semicircular, fachada de ladrillo y recordó el número 8 que había en el ascensor, en alusión a las plantas del inmueble. El detalle de las puertas blancas volvió a salir a escena en la tercera agresión, el 17 de junio. Los investigadores redujeron la lista a tres sospechosos.

Meses después, el 22 de agosto, cometió la cuarta agresión, la determinante para identificar al acusado porque esa niña confirmó no solo el 'modus operandi' del depredador de captar a las menores con la idea de gastar una broma a un familiar, sino que también dio el perfil de alguien que cuidaba bastante su físico. Describió muy bien al sospechoso: "musculado, que sudaba mucho y que le caía el sudor. Hablaba de venas muy marcadas", según reprodujo el inspector jefe responsable de la Operación Candy que testificó en el juicio, donde añadió que aquellos datos les llevaron a rastrear gimnasios.

Los agentes identificaron, sin saber que era su hombre definitivo, a Antonio Ortiz, divorciado y padre de dos hijos, el 28 de agosto tras salir del gimnasio en un control preventivo. Él se mostró impasible, tal y como hizo cuando fue detenido y durante el juicio. Al devolverle los agentes su DNI, él supo que estaba en peligro y la Policía que tenía muchos puntos para ser el hombre al que buscaban. Tras esta rutinaria identificación, Ortiz deambuló dos horas por el barrio y pasó la noche en su coche. Apenas una semana después emprendió su huida a Santander.

También fue un elemento clave el coche usado por el sospechoso, a pesar de que cambió de vehículo porque la prensa publicó la marca. También lo fue la toalla de gimnasio que el pederasta sacó de su mochila en una ocasión. Además, el posicionamiento del teléfono del acusado le situaba en los lugares de las agresiones o cerca de ellos, dado que Ortiz lo mantenía encendido en sus recorridos, pero lo apagaba cuando cometía la agresión. La descripción de la vivienda que habían dado las niñas y sus antecedentes dieron la puntilla para marcarlo como el sospechoso definitivo: ya había sido condenado a nueve años de prisión por una agresión sexual en 1998, aunque finalmente cumplió siete.

Con la autorización judicial ya en sus manos, finalmente la Policía logró tacharle de su listado de criminales más buscados el 24 de septiembre de 2014.