Tras 85 años con rimas embalsamadas, este 18 de agosto lloramos el aniversario del fusilamiento de Federico García Lorca, uno de esos poetas cuyo arte se recompone ante el olvido. Como lamentaron los versos de Antonio Machado, “fue en Granada el crimen sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada”, en el verano de 1936, con el estallido de la guerra civil española.

La biografía de Lorca se apagó bajo los cargos de homosexual, espía ruso, socialista, masón y amigo del exministro de justicia Fernando de los Ríos. Esta ‘leyenda del tiempo’ abandonó, en una noche sin luna, el mundo que había logrado recorrer con sus poemas como pasaporte, llevando a La Habana, Montevideo, Buenos Aires y Nueva York el relato más castizo de nuestro país.


El poeta hizo de Andalucía su Parnaso, y convirtió las tertulias del café Alameda en combustible ideológico para los republicanos que defendían el progreso de España. Una España que sonaba a libertad, ‘el amor más grande’ de su vida, desde el escenario de La Barraca.


Este autoproclamado ‘español integral’, quien manifestó su odio a los que se hacían llamar españoles por el mero hecho de serlo, llevó la cultura a nuestros pueblos para inaugurar así el camino de la democracia. Hoy, más que nunca, la poesía de Federico se resiste a dormir en las cunetas y se reconoce inmortal en nuestra selección.

Madrigal apasionado

“Y yo mientras iré dentro

de tu cuerpo dulce y débil,

siendo yo, mujer, tú misma,

y estando en ti para siempre,

mientras tú en vano me buscas

desde Oriente a Occidente,

hasta que al fin nos quemara

la llama gris de la muerte”.

Soneto de la dulce pena

“Tengo miedo a perder la maravilla

de tus ojos de estatua y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento”.

Quiero llorar mi pena y te lo digo

“Quiero llorar mi pena y te lo digo

para que tú me quieras y me llores

en un anochecer de ruiseñores,

con un puñal, con besos y contigo”.

Casida del llanto

“Pero el llanto es un perro inmenso,

El llanto es un ángel inmenso,

El llanto es un violín inmenso,

Las lágrimas amordazan al viento,

No se oye otra cosa que el llanto”.

Casada infiel

“Me porté como quien soy.

Como un gitano legítimo.

Le regalé un costurero

grande de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río”.

Asesinato

“¿Cómo fue?

-Una grieta en la mejilla.

¡Eso es todo!

Una uña que aprieta el tallo.

Un alfiler que bucea hasta encontrar las raicillas del grito.

Y el mar deja de moverse”.

Canción del jinete

“La muerte me está mirando

desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!

¡Ay mi jaca valerosa!

¡Ay que la muerte me espera,

antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.

Lejana y sola”.

Romance de la Luna Luna

“La luna vino a la fragua

Con su polisón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña lúbrica y pura,

sus senos de puro estaño”.

Malagueña

“La muerte

entra y sale

de la taberna.

Pasan los caballos negros

y gente siniestra

por los hondos caminos

de la guitarra.

Y hay un olor a sal

y a sangre de hembra,

en los nardos febriles

de la marina”.

La Aurora

“La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible.

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados;

saben que van al cieno de números y leyes

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto”.