Había una vez una princesa llamada Cristina que con 15 años se enamoró de un príncipe de 20 años. Más mayor, misterioso y que mostraba interés por ella, una niña. "Un amor romántico, como en los cuentos", explica a laSexta.com esta joven que ahora tiene 26 años. Salieron durante cinco años y "nunca hubo violencia física", añade la protagonista.
Su príncipe era organizado y metódico, observador y perfeccionista. Adjetivos inocentes que llevados al extremo se traducen en la total manipulación de su princesa.
"Terminé con la relación sin saber por qué le estaba dejando. No era consciente de nada", nos cuenta Cristina. Años de trabajo con especialistas le ayudaron a identificar lo que había sufrido: violencia psicológica. Un maltrato que se engloba dentro de la violencia de género y del que a día de hoy hay muy pocos estudios.
Pero las consecuencias que tiene sobre sus víctimas son terribles y sostenidas en el tiempo. Cristina empezó a sufrir "pérdidas de memoria". Ya llevaba dos años de relación y fue con 17 años cuando acudió por primera vez a un psicólogo. "Mis padres veían que algo no estaba bien", relata. "Mi cabeza estaba tan centrada en sus necesidades, en agradarle, que lo que se apreciaba desde fuera era que no lograba sacar adelante tareas cotidianas", explica. Pero el psicólogo se quedó en lo superficial; los cambios que afrontan los adolescentes, las presiones por los estudios, el final del bachillerato… y Cristina siguió con su vida.
Salí de esos años totalmente perdida. No sabía cosas tan sencillas como qué música o ropa me gustaba
Su príncipe ocupaba toda su vida. Cristina se perdió a sí misma y perdió a sus amigas. "No necesitaba nada más que tenerle a él", recuerda.
La relación terminó tres años después, después de varios intentos de Cristina. "Tuve la suerte de que él finalmente se fue del país" y la distancia física ayudó a Cristina a liberarse de él. "Salí de esos años totalmente perdida. No sabía cosas tan sencillas como qué música o ropa me gustaba", confiesa.
Ahora pone el foco sobre la necesidad de profesionales formados específicamente en violencia de género. Destaca que el trabajo se debe hacer desde los propios centros educativos, con la presencia de personal cualificado y una asignatura de Educación Sexual. Hay un largo camino por recorrer.
En su camino, Cristina también encontró apoyo en espacios feministas. Un movimiento que le ha ayudado a entender muchos de los factores históricos y culturales que influyen en la violencia de género y a sentir que no está sola.
Han pasado ya casi 10 años desde que terminó con su maltratador, pero Cristina reconoce que sigue trabajando para encontrar su centro, para conocerse y para entender algunos de sus comportamientos posteriores. Y es que el maltrato psicológico que sufrió siendo tan joven, desde los 15 hasta los 20 años, afectó a la formación de su carácter y al desarrollo de su personalidad. Dejó de pensar en ella misma, se puso en un segundo plano y todo ello le generó una rabia que sólo tiempo después pudo explicar.
"Puede sorprender, pero tuve relaciones posteriores en las que me comportaba como mi maltratador", desvela. "Es la 'Antoñita' que cuenta Paloma Palenciano", explica Cristina recordando el monólogo 'No solo duelen los golpes' de la activista. Según explica Palenciano, después suele salir el "yo no me dejo". Manipulación, celos, control, 'silencio asesino' (castigar a tu pareja con un silencio en el que tiene que adivinar lo que ha hecho mal) y la búsqueda del amor en la confrontación, porque "si no hay pelea y no hay conflicto no se está bien", añade la activista.
Pero cuidado. "No es lo mismo maltratar que tratar mal", explica Palenciano. Porque se maltrata cuando se está en una posición de superioridad sobre la víctima. Y 'Antoñita', por mucha rabia que tenga, sigue siendo una mujer en una posición inferior a la del hombre.
"Yo estaba muy alerta", reconoce Cristina contando que "saltaba a la mínima". "Me agobiaba mucho si mi nueva pareja se enfadaba, pensaba que era culpa mía. Tenía pesadillas, flashback…", recuerda Cristina. Actitudes de inseguridad y de autoprotección por las que decidió ir a terapia.
Los estereotipos asociados a las mujeres adultas víctimas no suelen cumplirse para las adolescentes
Sin embargo, son muchas las víctimas que no llegan a reconocer que han sufrido violencia psicológica.
Según explica Save The Children en su informe 'No es amor', la falta de violencia física dificulta el reconocimiento, y los estereotipos asociados a las mujeres adultas víctimas no suelen cumplirse para las adolescentes (no hay convivencia, no hay hijos o hijas en común, no hay dependencia económica).
Además, las especialistas en atención directa señalan que muchas de las chicas no identifican la situación como una experiencia colectiva, y suelen culparse de la situación y pensar que es un problema que responde a sus características y situaciones individuales.
También los propios chicos no se perciben como potenciales agresores y mucho menos son capaces de reconocer las violencias ejercidas. De hecho, en el estudio 'Percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud' realizado en 2015, solo el 12,7% de los adolescentes entre 15 y 17 años entrevistados percibían que los malos tratos estaban bastante o muy extendidos, frente al 88,6% de las niñas.
Ahora Cristina piensa en su futuro, en seguir conociéndose y en terminar de hacer todo lo que no pudo con 15 años. "Estoy en un momento vital de crecimiento muy importante", señala ilusionada.
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Cristina ya no es una princesa. Ahora trabaja con otras mujeres. Princesas que han aprendido a ser guerreras y que juntas amplían cada día una red de apoyo para acabar con las desigualdades de género, con las imposiciones de un sistema patriarcal y con los machismos en los que todas hemos sido educadas.
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