Después de 30 años escondida bajo las aguas, la sequía del embalse de Lindoso ha dejado al descubierto una antigua aldea. Se trata de Aceredo, un antiguo pueblo del municipio de Lobios que en la década de los 90 quedó sepultado y que, con el embalse al 20%, vuelve a emerger.
Se puede decir que es la Atlántida de Galicia. La construcción de un embalse, el de Lindoso (Portugal), en 1992, tragó varias aldeas, en medio de una revuelta, de una fuerte oposición vecinal.
Así, además de Aceredo, quedaron engullidos en esta zona gallega otros cuatro pueblos: A Reloeira, Buscalque, O Bao, y Lantemil. El convenio internacional, suscrito en 1968 por Franco y Salazar y que procedía ya de los años veinte para el aprovechamiento de los ríos fronterizos, supuso el fin para estos núcleos.
Estos días, coincidiendo con el bajo caudal, es posible ver parte de las casas de Aceredo, que siguen como antaño, aunque en el agua. Cerca, la antigua fuente del pueblo y restos de alguna calle que dio vida a un lugar que llegó a tener 70 casas y unos 120 vecinos, y todo ello, hoy, en medio de un paisaje casi fantasmal. Cumplidas tres décadas, los habitantes recuerdan a la perfección esa jornada en la que se vieron obligados a dejar toda su vida atrás: casas, hórreos, huertas, así como el camposanto.
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Forzada a alquilar su vientre
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