Hace dos años, Evan Careng encontró la familia que no tenía en un centro de menores. Una familia de acogida que le ha ayudado a encontrar su futuro: ha podido terminar sus estudios y ahora opta a entrar en la universidad. Sin ellos, habría sido imposible. Actualmente, 17.000 menores tutelados esperan esa oportunidad, un reto aún mayor para los adolescentes.

Cuando a Evan, con 15 años, le dijeron que había una familia para él fuera del centro de menores, pidió tiempo para consultárselo a su hermana pequeña.

"Yo dije primero, lo tengo que hablar con mi hermana para saber cómo se va a tomar, que no esté aquí en la residencia junto a ella", explica Evan Careng, ahora acogido de manera permanente.

Su hermana pequeña no dudó. "En el primer momento, me dijo: sí, vete. Es mejor estar fuera de aquí." Y se fue con una promesa. "Recuerda que no te voy a dejar sola porque tú tampoco te vas a quedar aquí."

Lo que iba a ser una acogida de un curso escolar se alargó un verano, otro curso... Y ahora es permanente. El año que viene estudiará Publicidad. Impensable si aún siguiera en la residencia de menores. "A los 18, un niño de la residencia se va a un piso de acogida o de mayores y ahí es donde empieza a trabajar", comenta Evan.

Irene, su madre de acogida, reflexiona: "Ha sido algo bueno para todos. No siempre fácil porque entra en casa alguien que no está desde el principio."

El mismo reto enfrentaron María y Alejandro al acoger durante un curso a una niña. "Esta es la habitación de ella. Y esto es lo que vino de la residencia", explican mientras muestran la habitación.

María y Alejandro derribaron todos los prejuicios sobre los menores tutelados. "Parece que todos son menas, delincuentes y tal. Y para nada. Nuestra hija no nos ha dado ningún problema que no pueda dar un adolescente de cualquier casa en cualquier familia."

Gracias al apoyo de su familia de acogida, la niña mejoró sus notas, pero ese no era el objetivo principal. "Tener una familia que la respalda, ayuda y quiere" es lo más importante.