Las terapias de conversión sexual continúan vigentes en México pese a su absoluta ineficacia y los grandes peligros que entrañan para las personas del colectivo LGBTIQ, quienes llegan a sentirse enfermos y padecer un peligroso proceso de despersonalización.
Este tipo de tratamientos, cuyo término más exacto es el de 'Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual e Identidad de Género' (ECOSIG), engloban maltrato físico, privación de la libertad, violencia económica y hasta violaciones grupales con el pretexto de "curar" a gais, lesbianas o personas de su sexualidad o identidad de género.
Iván Tagle es el presidente de 'Yaaj', una asociación que lucha precisamente contra estas prácticas y ayuda a jóvenes a salir de ellas. Cuando tenía 15 años, fue recluido por el 'Grupo de Apoyo San Agustín', donde durante tres días no pudo comer, dormir ni beber.
"Te despersonaliza, después de tres días sin dormir lo único que quieres es dormir y la única manera de lograrlo es haciendo lo que tu torturador quiere que hagas", detalló el joven en la semana en que se celebra el Orgullo LGBTIQ en México. De esta manera, los "pacientes" de estos centros dejan de ser quienes eran y "compran los engaños y prejuicios" hasta creerse personas enfermas que necesitan aceptación del grupo.
Existen muchos tipos de terapias de 'conversión sexual' entre las que el activista destacó las que sufren las mujeres lesbianas, que llegan a ser sometidas a violaciones consentidas por las familias para ver si manteniendo relaciones con un hombre "se les cura" su atracción por las mujeres. Este tipo de tratamientos causan estragos en las mentes de los que las sufren, especialmente porque la mayoría son apenas adolescentes que están todavía formando su modo de pensar.
De acuerdo a un estudio de la Universidad de San Francisco, explicó Tagle, las secuelas de quienes experimentan estas prácticas incluyen un aumento en la posibilidad de tener depresión, riesgo de suicidio y hasta tres veces más probabilidades de tener relaciones sexuales de alto riesgo "a modo de suicidio más silencioso".
Además, existe muy poca confianza en las autoridades ante su falta de efectividad. En México el nivel de impunidad en todo tipo de crímenes ronda el 95%. Asimismo, México es el segundo país de Latinoamérica con mayor número de crímenes hacia el colectivo LGBTIQ, con mayor incidencia en mujeres trangénero, transexuales, travestis y lesbianas por el componente machista y patriarcal existente en el país.
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Desde 1990 la homosexualidad ya no figura en el catálogo de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud, tras múltiples protestas por parte de asociaciones y sociedad civil.