La cara visible de Gràcia es hoy un barrio lleno de vida con motivo de sus fiestas, pero sus cimientos guardan un secreto amargo: un búnker bajo la plaza de la Revolució en el que durante la Guerra Civil muchos barceloneses se salvaron de morir bajo las bombas de los aviones fascistas.
En cuanto sonaban las alarmas solo había tiempo de coger un carnet y bajar y, ahí, en silencio, esperar a que la tierra dejara de temblar.
"Se empezaba a escuchar el sonido de las bombas y el caer, que era muy impresionante", explica Ascen Capel, periodista y escritora cuya madre se refugió en el búnker.
Al fondo se encuentran los restos de lo que fue una pequeña enfermería con una mesa de operaciones y un almacén de medicinas.
"Para mantener la convivencia había cosas como no comer porque quizá había gente al lado que llevaba tres días sin probar bocado. Tampoco se hablaba de política", destaca Josep María Contel, investigador del taller de Historia de Gràcia.
Ya rehabilitado, durante los días que duren las fiestas del barrio podrá ser visitado el pequeño rincón de la historia de Barcelona que durante décadas fue olvidado.
Porque al acabar la Guerra Civil se cubrió y nadie volvió a mencionarlo. La periodista Ascen Capel tuvo que enterarse por otro familiar que su madre bajaba ahí. "Es muy emocionante pensar que mi madre estaba sentada en él", afirma ella.
Fue en los años 90, durante la construcción de un aparcamiento cuando se descubrió el refugio antiaéreo, que antes ocupaba toda la plaza, pero que fue parcialmente destruido para hacer el parking.
Todos los implicados actuaron a sabiendas de la edad
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