Cinco años después

De calles desiertas a balcones llenos de vida: lo que aprendimos del COVID-19, una cuarentena que nunca olvidaremos

Una lección Lo que empezó como un encierro temporal se convirtió en una prueba de resistencia colectiva: aprendimos a vivir aislados, a despedirnos en la distancia y a valorar más que nunca la ciencia, la salud mental y el contacto humano.

De calles desiertas a balcones llenos de vida: lo que aprendimos del COVID-19, una cuarentena que nunca olvidaremos

Nunca pensamos que viviríamos algo así. Ciudades vacías, silencia en las calles, una cuarentena que empezó como un encierro de 15 días y terminó extendiéndose tres meses. Nos enfrentamos a un virus del que no sabíamos nada y que segó miles de vidas. Aquel confinamiento nos cambió en muchos sentidos.

Nos reinventamos: jugamos al bingo de balcón a balcón, bailamos con vecinos a quienes nunca antes habíamos saludado, encontramos nuevas formas de hacer deporte en casa. Nos abrazamos en la distancia, al otro lado de la pantalla, porque la videollamada se convirtió en nuestra forma de estar juntos.

Fue duro. "Mi madre estaba en una residencia en Segovia y no pudimos verla", recuerda una afectada. Pero también sacamos algo de todo aquello: "aprendimos a jugar al ajedrez", "a hacer pan", "a valorar los espacios al aire libre", "a estar más con la familia".

Desde la sanidad, el aprendizaje fue clave. Mónica García, ministra de Sanidad, lo resume así: "La ciencia nos salva". Con la información actual. Fernando Simón, director del CAES, reconoce: "Sabemos que el confinamiento se puede hacer de forma más quirúrgica, se puede hacer mejor".

El dolor de la pandemia dejó huellas imborrables. No poder despedirse de un ser querido fue una de las tragedias más crueles. Salvador Peiró, especialista en salud pública en FISABIO, reflexiona: "Las visitas masivas a enfermos seguro que no permitiríamos, pero daríamos más importancia a la salud mental".

Cinco años después, sabemos que estamos mejor preparados ante una nueva pandemia, aunque nadie quiere volver a vivirlo. Y si algo quedó claro, es que nunca habíamos aplaudido con tantas ganas a la sanidad pública.