Un acto de amor que puede convertirse en toda una pesadilla. Tatuarse la cara de nuestra pareja en alguna parte del cuerpo puede ser un arma de doble filo. Porque cuando el amor pasa el tatuaje se queda y hay que darle salida llega el momento de la reconversión.

¿Qué harían si llevaran la cara de su expareja tatuada? Tendrían tres opciones, verlo todos los días, reconvertirlo o eliminarlo con láser. Para que se hagan una idea. Un tatuaje de tan solo cinco centímetros necesitaría cubrirse con otro que triplique su tamaño.

Y si hablamos de retratos que ocupan prácticamente todo el antebrazo, la cuestión se complica más. Para que quede bien hay que aclararlo primero con láser. Para ello se utiliza una máquina especial. El tamaño no importa, pero sí influye la densidad del pigmento, la antigüedad, la profundidad del pinchazo o el tipo de tinta y mejor si es en invierno.

Y sí, es doloroso, aunque las sesiones son muy rápidas. Se necesita que la piel descanse dos meses entre sesión y sesión. Así que antes de tatuarse piensen bien qué o a quién.