La Audiencia Provincial de Ciudad Real ha impuesto una pena de 22 años y ocho meses de prisión al exsacerdote acusado de abusar de nueve niños en el Seminario de Ciudad Real entre los años 2013 y 2015 mientras les impartía enseñanza.
La sentencia, que no es firme, considera al exsacerdote culpable de más de una decena de delitos de abuso sexual de prevalimiento y varios de abuso sexual a menor de 16 años, mientras que le ha absuelto de uno de abuso sexual a otro menor de 16 años.
También le impone una multa de 68.040 euros e indemnizar a cada uno de los nueve menores con 2.000 euros.
La Fiscalía consideraba que los hechos eran constitutivos de una veintena de presuntos delitos de abuso sexual, por los que solicitaba penas que sumaban 40 años de prisión.
La sala ha encontrado probado el relato de los menores en los que el acusado, como sacerdote y formador de los alumnos de ESO, con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años del Seminario de Ciudad Real, actuó "con ánimo de satisfacer sus deseos sexuales".
Entre los escenarios más repetidos de sus supuestos abusos, según recogía también el escrito de acusación, está la piscina del Polideportivo Puerta Santa María de la capital, donde acudía con sus alumnos.
Un lugar donde "aprovechaba para acercarse a ellos para hacerles lascivos tocamientos". Varios de estos episodios tuvieron también lugar en las propias habitaciones de los alumnos.
La sentencia expresa como la sala "da plena credibilidad al testimonio de las víctimas", ya que tanto lo declarado en instrucción como en el juicio, son "claras, precisas, coherentes en la incriminación, sin contradicciones en cuestiones relevantes, y, corroboradas, no solo por los testigos, sino incluso por la declaración del propio acusado".
Descarta algún interés fuera del que se juzga ya que explica que tanto los menores como sus familiares pusieron de manifiesto el afecto, la admiración, e incluso algunos de ellos habló de la "pasión" que sentían por el acusado.
Además, no considera que se trate de una "suerte de complot" de un significativo número de alumnos para desprestigiar al acusado porque este fuera especialmente duro.
"Esta es una percepción que no está ni en los menores, ni en los padres ni en los compañeros seminaristas, sólo en éste último", añade.
El caso se conoció en marzo de 2016 cuando el Obispado de Ciudad Real informó que había mandado un informe sobre el acusado al Vaticano y que había dado traslado a la Fiscalía.
A continuación, la Fiscalía presentó la correspondiente denuncia que ha dado pie al proceso, cuyo último paso ha sido esta sentencia condenatoria.