No caben las flores sobre el féretro de Felipe Romero. A su madre la llevan arropada hasta su tumba. Mientras, Uruguay entero está horrorizada por la muerte de Felipe, un niño de tan sólo diez años que había hecho de su entrenador de fútbol un padre.
"Él veía a Felipe como su hijo, y Felipe lo veía a él como un padre", afirma Alexandra Pérez, madre de la víctima. El verdadero progenitor, el futbolista Lucho Romero, no le hacía mucho caso. Por ello, Felipe viajaba con su entrenador y pasaba con él hasta las vacaciones.
Una intimidad a punto de romperse, pues el pequeño comenzó a mostrar un comportamiento extraño. Su psicóloga recomendó entonces a su madre que le alejara de su mentor. Cuando este se enteró dijo que se mataría si le separaban de Felipe.
Un día, el entrenador sacó a Felipe del colegio sin permiso, lo subió a un coche alquilado y escapó con él. Fue una huida corta, pues dos días después el cuerpo del menor y el de su raptor, ambos con un balazo en la cabeza, aparecieron en un campo relativamente cercano al lugar del secuestro.
Los análisis revelan que el niño sufrió abusos sexuales durante esas 24 horas que ambos pasaron como fugitivos.
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