Los bancos de alimentos y las oenegés de varias ciudades españolas alertan de que la demanda de alimentos por parte de personas necesitadas está creciendo de nuevo, una vez superada la pandemia,después de que los precios se hayan disparado casi un 14 % en el último año, y que en el caso del aceite, los huevos, la leche y el pollo alcancen o superen el 20%.
La situación, además, se está agravando debido a que, en algunos casos, también se está produciendo un descenso del número de donaciones de alimentos con respecto a los primeros meses del año.
Descenso de las donaciones
En Madrid, el Banco de Alimentos empezó a notar, antes del verano, un descenso en las donaciones, que ha terminado traduciéndose en un 40 % menos que en los meses previos al comienzo de la guerra en Ucrania, ha dicho a Efe una portavoz de la entidad. El número de comidas diarias también aumentó antes del comienzo de la época estival, según los últimos registros que maneja el Banco de Alimentos, pasando de 186.000 a 187.000 por día en la Comunidad de Madrid.
Las entidades que colaboran con el Banco de Alimentos madrileño también han comunicado el aumento progresivo de gente que se acerca a por raciones diarias, en tanto que ya “no llegan a final de mes”. El incremento de los precios también afecta a la compra en origen que realizan este tipo de organizaciones, en tanto que ahora deben gastar más dinero para realizar el mismo acopio de alimentos.
Desde el Ayuntamiento de Madrid han trasladado a Efe que, tras el pico en la demanda de alimentación durante la pandemia a través de la 'Tarjeta Familias', una prestación económica municipal para la cobertura de necesidades básicas de alimentación, aseo e higiene de sus beneficiarios, las necesidades se “estabilizaron” con posterioridad.
Así, la cifra de 2.000 tramitaciones nuevas al mes durante la pandemia ha ido descendiendo progresivamente hasta situarse en torno a 1.000 mensuales.
Crecen las colas para pedir comida
En Barcelona también han aumentado las colas en los 17 comedores sociales de la ciudad, que el año pasado repartieron 536.000 comidas a 13.158 personas vulnerables o sin hogar y este verano, en algún caso, han llegado a no dar abasto a pesar de incrementar el número de voluntarios.
Un ejemplo es el del Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna, que ha pasado de repartir cerca de 7.000 comidas tanto en julio como agosto del año pasado a casi 10.000 en los mismos meses de este año.
Con la pandemia normalizada y sin restricciones, la previsión era que el número de usuarios del servicio se reduciría a unos niveles similares a los de 2019, pero ha aumentado por las consecuencias sociales y económicas de la crisis de la covid-19 y de la guerra en Ucrania, según sus responsables.
El pronóstico de las entidades sociales de Barcelona es que 2022 cerrará con más comidas servidas en comedores sociales que en el 2021 porque han aumentado las personas sin hogar que duermen en las calles y porque el aumento de los precios en los mercados está llevando a más familias al comedor social .
Nuevo perfil del demandante de comida
En el caso de Murcia, el encarecimiento de la cesta de la compra y los productos básicos de alimentación ha modificado el perfil de quien acude por primera vez en busca de ayuda al comedor social que tiene en el centro de la ciudad la Fundación Jesús Abandonado, según ha dicho a EFE su gerente, Daniel López. Según López, cada vez son más las unidades familiares, y no personas sin hogar, las que se dirigen a esta organización para pedir comida.
En este caso, también en julio y agosto ha aumentado el número de usuarios del comedor social a la vez que se han reducido las donaciones de productos y los donativos económicos, aunque la fundación confía en que esa tendencia, común de las vacaciones estivales, no se perpetúe por la escalada de precios y la crisis económica.
Previsiones "complicadas"
En Córdoba, el Banco de Alimentos, que distribuye unos 350.000 kilogramos al mes de productos básicos a entidades sociales que trabajan en toda la ciudad, maneja unas previsiones complicadas para los próximos meses.La inflación está provocando un aumento significativo de la demanda y, por ello, la entidad ha acumulado alimentos en julio y agosto con la estimación de que el otoño y el invierno se puedan afrontar dando las mejores garantías posibles a las personas más vulnerables.
Algo parecido ocurre en Granada, donde el Banco de Alimentos se enfrenta actualmente a un aumento de la demanda que ya casi alcanza las cifras registradas en la pandemia de coronavirus, y, por contra, a un descenso de las donaciones, tanto de productos como económicas, y a que "el dinero recibido permitía antes llenar una cesta con diez productos y ahora, solo con seis", ha explicado a EFE un portavoz de las instalaciones.
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Si el año pasado fueron 39.680 personas las atendidas, actualmente son unos 45.000 los solicitantes de ayuda, situación que afrontan con el problema añadido del aumento del coste de mantenimiento de las instalaciones por la subida de la luz y el gas.