Elena Flores era tutora y profesora de español en un instituto público cuando sus alumnos le preguntaron qué había hecho el fin de semana, y ella respondió con naturalidad que había estado con su novia, una respuesta, que, aunque no debería, causó revuelo, aunque no entre los alumnos: "Fue la jefatura jefatura de estudios la que me dijo que yo no tenía que hablar de mi vida privada", recuerda.

A partir de ese momento, el director del centro empezó a entrar en sus clases, y Elena fue "acusada de adoctrinamiento". Desencantada, la maestra dejó la enseñanza. "Aunque parece que hay avances en cuanto a políticas, esto es muy relativo, porque depende mucho del equipo directivo, del profesorado, y de la zona (si es rural o ciudad)", subraya Flores.

Al igual que Elena, cuatro de cada diez docentes LGTBI han sido víctimas de violencia en centros educativos. "Insultos como 'maricones', 'bolleras' o 'lesbianas de mierda' están a la orden del día", señala Cristina Karen Pallás, profesora de instituto.

Además, estos ataques cada cada vez empiezan antes: "Estamos detectando en los alumnos de 2º y 3º de ESO mayor número de agresiones, y no solo a docentes, sino también a compañeros LGTBI", advierte Cristina Karen Pallás.

Ante esta situación, el profesorado se siente desprotegido. Más de la mitad no recibe apoyo por parte de los equipos directivos, y tienen "miedo por la exposición pública y la vulnerabilidad" que sienten, tal y como expresa la profesora.

David Armenteros, profesor de matemáticas, decidió visibilizarse ante sus alumnos ante "una situación de acoso que sufrió" una de sus alumnas "por LGTBIfobia". La protagonizaron alumnos de Educación Secundaria, que dijeron a la menor que "por ser lesbiana, si tuviera hijos, se merecerían que les dieran una paliza". "En ese momento, decidí visualizarme, y mis aulas tenían que ser espacios seguros para todos los alumnos", relata el profesor. Y también es importante que exista ese espacio seguro para quienes transmiten conocimiento a sus alumnos.