En lo que va de 2024, casi 19.000 personas han llegado al archipiélago canario, pero las rutas de migración cada vez son más largas y peligrosas. En estos seis meses que llevamos de año ya han muerto 5.000 personas en la ruta canaria, la ya considerada la más letal del mundo.
El pasado 6 de mayo el hijo de Dour, con tan solo 26 años, se subió a una embarcación pesquera con el único objetivo de llegar a España. Sin embargo, desde entonces, no se sabe nada de él. "No sabemos si están en el mar o si les han capturado. No sabemos nada", comenta la mujer, quien nos informa de que su hijo partió junto a otras 52 personas, entre las que también había mujeres.
Dour tiene dos hijas, una bebé de tan solo 11 meses y una niña de cinco años, pero aun así decidió lanzarse al mar. Él lo tenía muy claro, según cuenta su madre, solía decir que se iba a ir. Una conversación que es recurrente entre los más jóvenes de Thiaroye Sur Mer, un pequeño pueblo pesquero de Senegal, donde no es raro confesar en voz alta el sueño que muchos comparten: alcanzar suelo europeo.
Adama fue otro de los jóvenes que partieron en esa embarcación. Después de casi dos meses, su familia tampoco sabe nada de él. "Los niños solo quieren marcharse de aquí", comenta su tía, que es consciente de que quedarse "no es mejor" que marchar. "Nos dejan con dolor, pero la situación es difícil", manifiesta.
Quienes todavía tienen allí a sus hijos, como Abdulay, le preguntan a los suyos si tienen intención de cruzar el mar y muchos responden de forma afirmativa. Abdulay por mucho que intente disuadir al suyo, el joven lo tiene claro. Es consciente de lo que pasa, pero si permanece en el país se queda "solo": "Todos mis amigos se están marchando, cuando me despierto pienso en el tiempo que pasé con ellos. Me llaman todos los días y me preguntan si la situación aquí ha mejorado, pero nada lo hace".
Y ese, dicen, es el principal problema: no hay futuro. Esa falta de esperanza es la que les hace lanzarse al al mar en busca de un futuro mejor, dejando atrás a familias que solo sueñan con una cosa: que un día suene el teléfono y vuelvan a escuchar a sus hijos.
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