La historia de Rafa Andarias y su familia es de aquellas que dejan sin aliento. Una de esas que en las últimas semanas han llenado de dolor a miles de hogares españoles. También de las que debe hacernos reflexionar sobre la ardua labor de los sanitarios en esta maldita pandemia de coronavirus, esos que arriesgan su vida para salvar la de otros. Los que están en primera línea.
A Rafa, natural de Alicante, se le conoce en Xàbia, su lugar de residencia desde los años 80, como el doctor Andarias. Allí es una persona muy querida y conocida. Trabaja en Urgencias del Hospital de Dénia, que atiende a toda la comarca de la Marina Alta. No se sabe si fue allí donde se contagió del Covid-19 a mediados de marzo, pero sí que fue en ese lugar donde, gracias a la labor de sus compañeros, ha logrado sobrevivir tras pasar 23 días en la UCI.
Él mismo nos atiende al teléfono desde la habitación en la que continúa su recuperación y donde es asistido por los profesionales de ese centro hospitalario, a los que dedica grandes elogios: "Son gente muy preparada. No nos damos cuenta de los buenos especialistas que tenemos aquí en Dénia. Tenemos un hospital muy bueno a pesar de ser una comarca pequeña".
Rafa y su mujer, Paqui Buigues, han relatado a laSexta como empezó ese infierno: a mediados de marzo, cuando él dio positivo en las pruebas, su casa dejó de ser un hogar normal: su mujer tuvo que trasladarse a la habitación de su hijo y él se quedó en la habitación de matrimonio. "Usábamos mascarillas, comíamos separados. Una vida separada", explica Paqui.
Así pasó el principio de la enfermedad: "Ponerme los zapatos es un mundo"
A pesar de los esfuerzos, el día 22 ella ya estaba infectada y Rafa comenzaba a notar falta de aliento, "le costaba respirar". "Es que me levanto y estoy muerto, ponerme los zapatos es un mundo", le comentaba a su mujer.
Los síntomas empeoraban por momentos y no fue hasta el día 25 de marzo cuando Andarias recibió una llamada de un internista del hospital: "Oye Rafa ¿cómo estás? ¿respiras bien?". El doctor respondió con un sí, pero desde el otro lado del teléfono el médico notó algo raro: "No, tienes disnea, noto que no hablas bien. Vente al hospital ya". Ese día fue ingresado.
Su mujer, que seguía en casa, también empeoraba. "Pasé dos noches horribles, sudando una barbaridad, me quedé sin mantas, sin sábanas de tanto cambiarlo. Me acostaba mojada, como si hubiera sacado la ropa de la lavadora", relata.
La despedida que marcó a su mujer: "Me bajan a la UCI, luego hablamos"
Paqui no aguantaba más. El 1 de abril volvió al Hospital de Dénia donde fue ingresada tras pasar un día en un box de urgencias. Ese día fue el último que pudo hablar con Rafa antes de que le trasladaran a la Unidad de Cuidados Intensivos.
"Me van a bajar a la UCI porque van a hacerme unas pruebas más, luego hablamos", fueron sus últimas palabras, una frase que Paqui tiene marcada a fuego en su memoria. Era una despedida cotidiana, pero la realidad era diferente.
Ya en la UCI, Rafa tuvo que recibir respiración asistida. "Me dijeron 'tenemos que intubarte' y a partir de ahí no recuerdo nada. Cero", asegura el doctor, que tiene una laguna de 16 días: "He estado dos semanas sedado e inconsciente, intubado boca abajo, en posición de prono, porque así se controla mejor la infección respiratoria".
Los que peor pasaron todo ese tiempo fueron sus familiares, en especial su mujer y sus hijos Carlos y Rafa. "La neumonía iba a más y los pulmones estaban muy afectados. Los tenía cargados, la mancha se extendía. La cosa estaba muy complicada", explica ahora Paqui, que en ese momento era ajena a lo que estaba sucediendo en la UCI: "No me dijeron nada, yo pensaba que él estaba descansando pero no sabía que estaba tan mal".
"Tu padre necesita un milagro"
Los que sí eran conscientes de todo lo que estaba pasando eran sus hijos, que recibieron una demoledora frase por parte de los médicos: "Tu padre necesita un milagro".
Ese mismo viernes Paqui recibió el alta y regresó a casa. "¿Sabes algo del papi? ¿No lo has podido ver?", le preguntó su hijo Carlos. "Es que no está bien, me han llamado del hospital, la cosa está complicada", le explicó.
Los días pasaban y las noticias eran un vaivén constante. Del "un poquito mejor" del lunes pasaron al "un poquito peor" del Jueves y el Viernes Santo. A Rafa le tuvieron que hacer una traqueotomía, la infección era grave. "Tenía un presentimiento horrible", relata Paqui. Lo que más le dolía era no haberse "despedido" en condiciones: "Me sentía fatal porque me despedí con un 'ya hablamos luego'". Es el relato en primera persona de una de las partes más crueles de esta enfermedad: la soledad de los enfermos y la impotencia de no poder ver a un ser querido que se está yendo.
"Mi hijo y yo nos pusimos a llorar como descosidos"
La peor noticia llegó el Sábado Santo de nuevo con la frase que nadie quería escuchar, "necesita un milagro". "Esa noche fue horrible. Se iba. Estaba más allá que aquí. Tenía un presentimiento horrible", relata Paqui. Las noticias venían por teléfono: ella seguía en casa con su hijo Carlos extremando todas las precauciones para evitar el contagio, pero no aguantaba más. "Le dije a mi hijo 'ponte la mascarilla y los guantes y abrázame, que me muero'. Nos pusimos a llorar como descosidos y después le dije, 've corriendo a ducharte'", explica, recordando que "cuando uno tiene dolor en el corazón se necesita contacto".
"Raccionó con mi voz en la UCI"
Su cabeza no dejaba de dar vueltas y decidió grabar un audio para hacérselo llegar a su marido: "Necesito hablar con él". Una despedida a distancia pero con el calor de su voz.
"Reaccionó a mi voz. El médico me dijo que se puso hasta nervioso de ver cómo reaccionaba. Lo más fuerte fue no poder despedirme y tuve una gran alegría de poder haberle hecho llegar ese audio. Era una manera de despedirme. Eso a todos los familiares les ayudaría, ya me sentía de otra manera. Si se muere yo ya le he dicho que le quiero. Como que me despedí, me cambió el chip y vi el mundo de otra manera", relata Paqui.
Rafa habla con emoción de ese momento, del que no recuerda absolutamente nada: "Me acercaron la voz de Paqui y yo entreabrí los ojos e hice un esbozo de sonrisa". Al día siguiente se obró el tan ansiado "milagro". "El domingo de Pascua resucitó", explica la mujer de Rafa, que ya respira tranquila aunque sin poder verle físicamente. "Hablamos un poco con mucha emoción, llorando él y llorando yo", explica.
"Evolucioné bien. Afortunadamente soy una persona que tengo buena salud. Una persona que haya tenido problemas coronarios no lo resiste. Me han dicho que luché como un jabato", comenta Rafa, que ya tiene ánimo hasta para hacer bromas: "Hay gente que me dice que me quiere tocar para que les transmita mi energía y yo les contesto '¡Qué no soy la virgen de Lourdes!'".
Este jueves Rafa salía de la UCI tras 23 interminables días. Lo hacía envuelto en aplausos y vítores de sus compañeros, con un gran cartel. El doctor no podía contener las lágrimas de emoción: "Yo no sabía que los compañeros de Urgencias y de la UCI habían preparado esto para grabar en vídeo. Es que lloré, y eso que no soy una persona llorica, pero estoy muy agradecido".
Ese día, el 23 de abril de 2020, lo recordará para siempre, y no solo por haber abandonado los cuidados intensivos, sino porque ha coincidido con una fecha muy especial para él: Sant Jordi. Rafa Andarias es un gran amante de la lectura, en sus ratos libres siempre guarda tiempo para disfrutar de ella.
También adora escribir y hace poco tiempo publicaba su primer libro 'Reina Victoria Hotel', una novela histórica ambientada en los últimos coletazos de la Guerra Civil en España. Además de dedicar su vida a la ciencia y a la medicina, Rafa adora la historia. ¿Quién le iba a decir que viviría en primera persona la crudeza de esta pandemia que marcará un antes y un después?
Pero ese 23 de abril no acaba ahí: al tiempo que él salía de la UCI nacía una vida en el mismo hospital: "Fue un día mágico, nacía Lara de madrugada, la hija de mi sobrino Darío y su mujer Maribel".
Ahora por delante le quedan largas semanas de rehabilitación por la movilidad que ha perdido. "Tengo que hacer fisioterapia respiratoria y del aparato locomotor. Lo haré con varios fisioterapeutas, entre ellos mi sobrina Aida. ¡Todo queda en familia!"
"Mi objetivo ahora es caminar y yo todavía no puedo. Estoy aprendiendo a caminar, mi nieta Chloe de tres años camina y yo todavía no puedo. Estoy en una fase de mejoría y de recuperación", explica.
Rafa además no se olvida de la labor de todos los profesionales que muchas veces son olvidados y que realizan una labor esencial: "Tengo que agradecer a los médicos, auxiliares, enfermería, personal de limpieza y celadores".
Tras la sacudida que el coronavirus ha dado a sus vidas, Rafa y Paqui lanzan un mensaje de concienciación y piden que nadie se salte el confinamiento: "Ponen en peligro a otras personas, incluidas las que dan su vida por cuidarlos".
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