Emoción, ansiedad... los sentimientos están a flor de piel en el reencuentro de Alfonso y su madre, Amapola, que vive en una residencia de ancianos de Valencia. A punto de abrazarse por primera vez, tras meses separados por culpa de la pandemia de coronavirus, ambos se desinfectan y se cubren los brazos y las manos con plásticos. Al fin llega el esperado abrazo, eso sí, plastificado.
Un sistema que han implantado varios centros para que los mayores puedan al fin estrechar a sus seres queridos sin riesgo de contagiarse. "Ha sido maravilloso y muy emocionante, volver a abrazarla, volver besarla. Volver a tocarla al fin y al cabo", confiesa un emocionado Alfonso.
Después de tres meses sin besarse y sin tocarse, por fin es el momento de mirarse a los ojos y de risas nerviosas en vivo y en directo, sin móviles ni pantallas de por medio. Todo ello, ante la mirada emocionada del personal de la residencia, que prorrumpe en aplausos.
Pese a estar rodeados de plásticos, Pilar, a sus 96 años, se come a su hijo Pedro a besos. "La quiero con locura, nos ha cuidado mucho, tanto a nosotros como a los nietos, a todos en general. El tenerla físicamente y abrazarla ha sido una satisfacción. Tenía muchas ganas de que llegara este momento", afirma él.
Para eso se ha dispuesto este sistema, bautizado como el 'arco de los abrazos', para recompensarles a todos ellos, después de tanto esfuerzo y sufrimiento estos últimos meses. "Ay mamá, que por fin nos tocamos", le dice una emocionada Carmen a su madre. "Puedes abrazarla, sin miedo", la anima un trabajador de la residencia.
"Tenía muchas ganas de abrazarla y de sentirla, aunque ha sido con el plástico, pero es que soñaba con esto todos los días", reconoce después la hija.
"Está siendo muy emotivo, vemos claramente que hay cosas que son insustituibles", admite Jesús Alcaraz, director de la residencia Ballesol Valterna. Por eso, esta empresa ha decidido colocar estos arcos en muchos de sus centros por toda España, para que los mayores vuelvan a tener ese contacto tan necesario.
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