A nueve de cada diez españoles les enfada que les hagan el vacío con las pantallas y mucho más en la mesa, pero cuando somos quienes nos quedamos colgados del smartphone ni nos enteramos.
Da igual que nos regañen o que nos amenacen, no importa que sea Navidad. Tan fuerte es nuestra dependencia de la pantalla que hasta las grandes marcas nos están sacando los colores: nos vemos poco y hablamos menos.
Parece que preferimos los 'stories' a las historias. Los psicólogos dicen que estamos en la pescadilla que se muerde la cola: cada vez nos comunicamos menos y, por eso, tenemos menos complicidad, menos ganas y menos práctica.
Los jóvenes se acostumbran al ritmo de la charla en el móvil. "Los menores de 25 años se comunican con menos palabras, menos vocabulario y tienden a hacerlo no más de dos minutos y no con muchas personas", explica Sergio García, psicólogo especializado en adicciones.
Los expertos recomiendan que el móvil se quede en el bolso o en silencio, que se le explique a los más pequeños por qué y que se paute las norma en familia.
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Así que elijan su premio, su guinda, su señuelo para adolescentes, niños y no tan niños y, aunque sin me gustas ni pulgares arriba, larga vida a las batallitas analógicas.
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