Una vez concluido el juicio al futbolista Santi Mina, condenado a cuatro años por abuso sexual, llama la atención la línea que intentó seguir su defensa: desmontar el relato de la víctima.
Según la sentencia, el testimonio de la víctima es "rico en detalles, completo, coherente y consistente", pero aun así se la cuestionó poniendo el foco en su comportamiento y no en el del agresor. "Ya no solo tiene que acreditar la culpabilidad de la otra parte que ya de por sí es muy difícil en este tipo de procedimientos, sino que además tiene que demostrar su inocencia", critica Iván Bolaño, abogado de la víctima.
De hecho, los acusados contrataron a un detective privado para demostrar que la víctima llevaba una vida normal, cuestionando incluso su forma de vestir durante el juicio. Y aunque no hay un perfil de víctima, la sentencia recoge que en este caso ella presentaba "sintomatología ansiosa y depresiva grave, sufriendo trastorno de estrés postraumático".
La defensa también trató de probar que ella había dado su consentimiento, pero el fallo judicial lo desarma asegurando que se bloqueó al verse en un espacio reducido con dos desconocidos: "Si bien en escasos segundos reaccionó y le empujó sacando el pene de su boca, dejando claro con ello su falta de consentimiento".
Pero no solo eso: la mujer declaró que habían intentado comprar su silencio con 400.000 euros. El atestado policial desmiente que ella buscara compensación económica: en su declaración la rechazó y pidió que todo acabara cuanto antes.