Los veranos que abarcan cinco meses y medio pueden convertirse en la 'nueva normalidad' a finales de este siglo en las regiones comprendidas entre las latitudes medias del hemisferio norte, donde está situada España, si no se adoptan las medidas contundentes para frenar el cambio climático.

Esa tendencia se produciría principalmente en la región mediterránea y la meseta tibetana, según un estudio realizado por ocho investigadores de instituciones de Australia y China, y publicado en la revista 'Geophysical Research Letters'.

Esa proyección, basada en temperaturas, se produciría si no se realizan esfuerzos para mitigar el cambio climático. De esta forma, la 'nueva normalidad' veraniega tendría impactos de largo alcance en la agricultura, la salud humana y el medio ambiente.

Los investigadores utilizaron datos de temperaturas medias diarias entre 1952 y 2011 del Centro Hadley de la Oficina Meteorológica del Reino Unido (Mett Office) para medir los cambios en la extensión y el inicio de las cuatro estaciones del año en latitudes medias del hemisferio norte.

El estudio define el inicio del verano cuando la temperatura media empieza a situarse entre el 25% de los días más calurosos de media entre 1952 y 2011, y el final de la estación estival cuando se sale de ese umbral. En lo referente al invierno, el estudio o fija en el momento en el que la temperatura empieza a estar entre el 25% de las jornadas más frías y el final, cuando supera ese umbral. Mientras, la primavera se consideró como la transición del invierno al verano y el otoño, el periodo entre el verano y el invierno.

A continuación, utilizaron modelos climáticos para predecir cómo cambiarán las estaciones en el futuro. Así, el verano duró 78 días en 1952 (del 23 de junio al 9 de septiembre) y 95 en 2011 (del 12 de junio al 15 de septiembre), en tanto que los inviernos se prolongaron durante 76 jornadas en la temporada 1952-1953 (del 5 de diciembre al 19 de febrero) y 73 días en la de 2011-2012 (del 6 de diciembre al 17 de febrero).

Proyección a 2050 y 2100

Pues bien, los investigadores proyectaron que, si no se toman medidas para mitigar el cambio climático mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, en 2050 los veranos podrían durar cuatro meses (del 31 de mayo al 30 de septiembre) y los inviernos tendrían menos de dos meses (del 11 de diciembre al 5 de febrero).

Esa tendencia aumentaría en 2100, cuando el verano en las latitudes medias del hemisferio norte duraría cinco meses y medio (del 6 de mayo al 19 de octubre), y el invierno se acortaría a poco más de un mes (del 18 de diciembre al 18 de enero). En consecuencia, la primavera y el verano comenzarían antes, mientras que el otoño y el invierno empezarían más tarde. Los mayores cambios de los ciclos estacionales se producirán en la región mediterránea y la meseta tibetana, según los autores.

Consecuencias

"Los veranos son cada vez más largos y calurosos, mientras que los inviernos son más cortos y cálidos debido al calentamiento global", sentencia Yuping Guan, oceanógrafo físico del Instituto de Oceanología del Mar de la China Meridional y autor principal del estudio, quien apunta que "numerosos estudios ya han demostrado que las estaciones cambiantes causan riesgos ambientales y de salud significativos".

Por ejemplo, las aves cambian sus patrones de migración y las plantas emergen y florecen en diferentes momentos. Estos cambios fenológicos pueden crear desajustes entre los animales y sus fuentes de alimentos, lo que alteraría las comunidades ecológicas.

Además, los cambios estacionales también pueden causar estragos en la agricultura, especialmente cuando las 'falsas primaveras' o las tardías tormentas de nieve dañan las plantas incipientes.

En consecuencia, con temporadas agrícolas más largas, los seres humanos respirarán más polen causante de alergias y los mosquitos portadores de enfermedades pueden expandir su alcance hacia el norte.