La secuencia de imágenes es, como poco, impactante. Un niño camina por la calle con varias bengalas en las manos. Pasea con tranquilidad por la acera hasta que se encuentra con una alcantarilla. Sin pensarlo demasiado, suelta una de las bengalas por el pequeño agujero.
Lo siguiente ocurre en un abrir y cerrar de ojos: el pequeño intenta alejarse con rapidez de la boca de alcantarilla, pero una tremenda explosión provoca una nube de humo que le devora por completo. Varias personas presentes en la zona se percatan del ruido y, al ver la humareda, se acercan con preocupación al lugar de los hechos.
No hay nada que lamentar: el menor sale de la bola de humo y corre en dirección a su madre, que de seguro respira aliviada al ver que su hijo ha salido ileso de la explosión. No ha sucedido lo mismo con los coches que estaban estacionados junto a la alcantarilla: tres de ellos sufrieron daños por la fuerza del impacto.
Después de asegurarse de que no hay que lamentar heridos, la pregunta es inmediata: ¿cómo es posible que una bengala haya provocado una explosión de ese calibre? Según la investigación que analiza la secuencia de hechos, la bengala contactó con una bolsa de gas metano creada en la alcantarilla por las aguas fecales.
El metano, altamente inflamable y circulando por conductos tan pequeños, provocó una explosión superior a la fuerza del objeto detonante, lo que hizo saltar por los aires no solo la tapa de la alcantarilla, sino parte de la acera que rodeaba el conducto. Y esto, según advierten, podría pasar en cualquier parte, no solo en la ciudad china de Chifeng.
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