Los biólogos del proyecto europeo INDICIT, en el que colabora el Cabildo de Gran Canaria, han extraído en apenas cinco días más de 100 trozos de macroplásticos del interior de una tortuga que tiene dos falanges estranguladas por redes.
Un comunicado de la Institución Insular destaca que el animal fue intervenido el pasado lunes y que el dato es "sobrecogedor" al tratarse de la mayor cantidad de plástico que encontrado en el interior de una tortuga en Canarias desde el comienzo del proyecto. Todos los plásticos tenían un tamaño superior a cinco milímetros.
La consejera de Medio Ambiente, Inés Jiménez, apunta que las tortugas heridas que llegan al Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de la Institución insular pasan a formar parte del proyecto europeo específico sobre la basura marina, en el que participan Portugal, España, Francia, Grecia, Turquía, Túnez y Reino Unido y añade que la iniciativa responde a la necesidad de conocer y monitorizar el estado medioambiental del medio marino a través de las tortugas, ya que éstas ejercen de indicadores para medir la situación actual del mar.
El proyecto INDICIT, ejecutado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en el Centro de Taliarte, comenzó en el año 2017 y se centró en la ingestión de plásticos en las tortugas; y ahora el proyecto continúa denominado INDICIT II hasta 2021, sumando al estudio la problemática del enmallamiento, hecho que provoca el estrangulamiento de los miembros y la muerte de tejido. Así se pretende ver qué materiales enmallan a las tortugas y, en el caso de Canarias, se ha comprobado que son principalmente sacos de rafia y redes de pesca, explica la bióloga Patricia Ostiategui.
Las especies indicadoras para este proyecto son la tortuga laúd y la caretta caretta, más conocida como boba, al ser las más comunes que circulan por el Atlántico y el Mediterráneo, donde se desarrolla el proyecto, y que llegan a los centros de recuperación con heridas.
Estas tortugas ejercen de indicadores porque tienen un comportamiento similar al de la basura en el mar y, a pesar de ser muy buenas buceadoras, necesitan subir a la superficie para respirar, por lo que pasan la mayor parte de su tiempo entre donde se acumula la basura flotante y los cinco metros de profundidad, donde puede haber parte de basura sumergida. Además, las tortugas aprovechan en sus movimientos las corrientes oceánicas que arrastran también los residuos.
El proyecto recuerda que la ingestión de plásticos puede provocar efectos letales en las tortugas como la muerte, a pesar de ser animales muy resistentes, dado que existen los denominados plásticos duros que perforan el intestino del animal, y los finos como el nailon que, al tragarlos, les puede provocar que una parte del intestino se enrede en sí misma y cause una obstrucción.