Con la llegada del invierno y las temperaturas gélidas aumenta el riesgo de padecer enfermedades que afectan a las vías respiratorias como pueden ser el catarro o la gripe. Aunque uno de cada diez españoles confunde ambas patologías, son completamente distintas y están causadas por diferentes virus. Para diferenciar si lo que padecemos se trata de un simple resfriado o de algo más grave, te explicamos las diferencias y su forma de prevención.
El virus de la influenza es el que provoca la gripe, mientras que el resfriado está causado por 200 tipos distintos, como el rinovirus y el coronavirus, que son responsables de prácticamente la mitad de los casos. Además, aunque las dos duran entre una semana y diez días, el período de incubación de la gripe es de 48 a 72 horas, mientras que el del resfriado es de 18 a 36 horas.
Aunque el periodo de incubación es distinto, no es lo único. La mayor diferencia radica en sus síntomas. Por un lado, la Organización Mundial de la Salud señala que la gripe afecta principalmente a la nariz, la garganta, los bronquios y, ocasionalmente, los pulmones. La infección dura generalmente una semana y se caracteriza por la aparición súbita de fiebre alta, dolores musculares, cefalea y malestar general importante, tos seca, dolor de garganta y rinitis. Por otro lado, los resfriados se caracterizan por los típicos estornudos, tos con mucosidad, congestión nasal con moco fluido, acuoso y abundante, picor de garganta y ojos llorosos. Aunque también hay malestar, el cansancio suele ser leve o moderado y la fiebre es inusual o baja.
Los síntomas de ambas patologías pueden aliviarse con reposo, una correcta hidratación y los medicamentos adecuados, que ha de prescribir el profesional sanitario para tratarlos y parar su propagación.
Para prevenir y aliviar los síntomas hay una serie de pautas a seguir:
- Evitar el contacto directo o muy cercano con personas que estén enfermas. Un poco de distancia y hábitos higiénicos son muy efectivos para evitar el contagio. Extremar la limpieza doméstica y ventilar adecuadamente la casa, local u oficina es muy aconsejable. La Asociación Española de Pediatría indica que un individuo infectado puede diseminar el virus a múltiples personas. Se disemina, continúa la asociación, a través de partículas de aerosoles, pero también de forma directa a través de secreciones respiratorias.
- Lavarse las manos con frecuencia. Hay que hacerlo con agua y jabón durante al menos quince segundos y poner especial atención a la zona entre los dedos y debajo de las uñas, además de realizarlo siempre que se tosa o se estornude en la mano desnuda. También conviene limpiar las superficies de la casa con productos antibacterianos.
- Cubrirse al estornudar y toser. Hay que evitar estornudar o toser al aire o tapándose con las manos. Los virus se transmiten por las pequeñas gotitas que se expelen en la tos o estornudo, de ahí la enorme importancia de lavarse las manos y cubrirse la nariz y la boca con un pañuelo desechable que debemos tirar a la papelera inmediatamente después de toser o estornudar. Además, hay que evitar tocarse a menudo ojos, nariz o boca, especialmente si las manos han estado en contacto con superficies contaminadas.
- Huir de los ambientes fríos, húmedos o con humo. Dado que estos virus prefieren las bajas temperaturas y la humedad, hay que eludir la exposición prolongada al frío, así como cambios bruscos de temperatura y las bebidas excesivamente frías. También dejar de fumar, porque el tabaco irrita más la garganta y las mucosas, al igual que respirar el humo de otros fumadores.
- Guardar reposo cuando se esté enfermo. Dormir las horas necesarias, al menos 7 u 8 diarias, permite que el organismo recupere fuerzas, especialmente si se presenta fiebre.
- Incorporar vitaminas y minerales en la dieta. Las frutas y verduras son fuentes de vitaminas y minerales que ayudan a desarrollar defensas. Potenciarlas en la alimentación ayudará a recuperarse más rápido.
- Beber líquidos con frecuencia. Agua, zumos y sopas no demasiado calientes ayudan a eliminar la mucosidad, previenen la deshidratación y alivian el dolor de garganta. Sin embargo, se recomienda no tomar bebidas alcohólicas, sobre todo porque pueden producir una falsa sensación de calor y hacer que una persona se exponga inadecuadamente al frío.
- Hacer gárgaras con agua caliente con limón y miel. Su acción emulgente calma el dolor de garganta. Es preferible emplear agua frente a la leche con miel, ya que los lácteos pueden aumentar la mucosidad.
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- Recurrir a los lavados nasales. Hacerlos con 'sprays' de agua marina o agua con sal. También pueden realizarse aspiraciones con vahos de eucalipto. En el caso de niños pequeños, es recomendable el lavado nasal con suero fisiológico quince minutos antes de las comidas y antes de ir a dormir para que puedan descansar correctamente.