Ana Julia Quezada, autora confesa de la muerte del pequeño Gabriel Cruz, ha pedido perdón "en general a toda España" y también que Dios la perdone a ella ante los miembros del jurado popular que la juzga desde el pasado 9 septiembre.
"En primer lugar, pedirle perdón a los familiares de Gabriel, a todos los familiares y a toda persona a la que haya podido hacer daño con mi acción", ha dicho entre llantos la acusada al ejercer su derecho a la última palabra durante la sesión final de la vista oral.
"Quiero pedirle perdón también a mi hija y a toda mi familia, a todo el mundo que haya podido sentirse mal por lo que yo hice. En general a toda España y espero que Dios me perdone", ha concluido.
También en esta sesión, la defensa de Ana Julia ha modificado su escrito de calificación y, aunque mantiene su petición de tres años por un homicidio imprudente, eleva de diez a 15 años la que solicita por un homicidio doloso, que contempla de forma subsidiaria.
El nuevo escrito del letrado de Quezada, Esteban Hernández Thiel, señala que en la Nochevieja de 2016 la acusada comenzó una relación con el padre de Gabriel, iniciándose la convivencia entre ambos en septiembre de 2017. Una convivencia que "no siempre era aceptada de buen grado por el menor, llegando este a manifestar a su madre sus reticencias a dicha relación, lo que consultó la madre con el psicólogo que la atendía por otros motivos".
Indica que el 27 de febrero del año pasado, la acusada y la abuela del pequeño lo recogieron de la casa de una prima, a la que propuso irse a comer con ellos a Las Hortichuelas Bajas, en Níjar, Almería, si bien la niña no lo hizo porque su hermana se encontraba indispuesta. Añade que sobre las 15:30 horas, Quezada pidió a la abuela y a Gabriel que la acompañasen a pintar a una finca de Rodalquilar, en Níjar, Almería, pero que ninguno de ellos quiso ir.
El niño abandonó la casa y pasados unos "diez minutos", Quezada tomó su vehículo para ir a esta finca y se encontró en el camino con el menor, quien le habría dicho que estaba haciendo tiempo para ir a casa de sus primos, por lo que le dijo que la acompañase a Rodalquilar y que lo acercaría más tarde a jugar con ellos.
El pequeño habría accedido y una vez en la finca, mientras la acusada "abría las ventanas del cortijo", habría cogido un "hacha para jugar" y al decirle la mujer que la soltara porque era "peligroso y podía hacerse daño", habría entrado en la vivienda diciéndole que "se callara, que siempre le estaba diciendo lo que tenía que hacer, que quería que su padre estuviera con su madre y no con ella, que era una negra fea".
Asegura el letrado que el pequeño se negó a darle el hacha y que Quezada intentaba quitársela poniéndole la mano en la boca para que "se callara" y no profiriera "más insultos". "Presa de la ira y sin medir las consecuencias de su acción, continuó tapándole boca y nariz, presionándole contra la pared a pesar de la fuerte resistencia del menor", hasta darse cuenta de que había dejado de respirar.
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