Desde la orilla, varios testigos presenciaron de cerca la frialdad con la que los pilotos de una embarcación semirrígida arrojaron al mar a varias personas en una playa de Chiclana de la Frontera, en Cádiz. Otros, amenazados a punta de cuchillo, saltaban al agua, desesperados. Cuatro personas murieron.
Javier González, gerente de una escuela de náutica justo al lado del lugar donde se grabaron estas imágenes, explica que, al ver lo que ocurría en la lancha, él y su hijo cogieron una zodiac y rápidamente fueron a socorrer a los migrantes. "Me voy a por uno que está boca abajo... Todos me llamaban y se iban para abajo... Sabían chapotear, pero no sabían nadar", relata.
Los migrantes llevaban puestos varios pantalones y chaquetas y eso les dificultaba moverse en el agua. Además, estaban en una zona con mucha corriente. "Eso es un pozo, en la corriente se iban para abajo", detalla Javier, que denuncia: "Tiran a vidas humanas como si fueran ratitas".
Consiguieron rescatar a varias personas y llevarles hasta la arena. Allí, Jorge Acedo cuenta que estuvo 15 o 20 minutos reanimando a uno de los migrantes: "El chico salió adelante", explica Jorge, que que grabada la cara del joven: "Llevaba un papel con el teléfono de su padre y su madre escrito y plastificado", recuerda.
En la lancha viajaban 35 migrantes, seis de los cuales eran menores. Hay cuatro fallecidos y tres personas ingresadas en el hospital. Andrés de la Peña, portavoz de la Asociación Pro Derechos Humanos, incide en que "si hubiese vías seguras, estas tragedias se limitarían muchísimo o no existirían".
Después de lanzar a los migrantes al mar, los pilotos huyeron a toda velocidad. Para localizar la embarcación se ha puesto en marcha un dispositivo con drones y helicópteros. Tiene potentes motores y es como las que usan los narcotraficantes para transportar la droga. Por su parte, Cruz Roja se ha hecho cargo de los migrantes.