La historia de Bob y Corrine Johnson parece de cuento. Se trata de una pareja de ancianos de San Peter, en el estado estadounidense de Minnesota. Allí vivían ambos en una casa de campo y criaron a siete hijos. Bob y Corrine compartieron prácticamente toda su vida juntos. En total, 68 años. Y podría decirse que no se separaron ni en sus últimos días, pues Corrine murió solo 33 horas antes que su marido.
Bob tenía 88 años cuando fue hospitalizado. Le diagnosticaron cáncer, y Corrine, de 87, dedicó su tiempo a cuidarlo y a ser su apoyo inmediato. La situación de la familia se agravó cuando, tiempo después, ella también cayó enferma: le detectaron una insuficiencia cardíaca congestiva.
Finalmente, aunque la salud de Bob era mucho peor, fue Corrine la primera en fallecer. Sin embargo, nadie esperaba lo que sucedería horas después: de un día para otro, también murió Bob. Dos muertes que, si bien han causado dolor a sus hijos, también les ha hecho creer que nada de lo sucedido es casualidad.
Esto es, creen que Bob esperó a que Corrine se fuera primero para que ella no sufriera por su muerte. "Cuando mamá falleció, tiraron de la cortina entre las dos camas. Él solo la miró", ha explicado Beth Kinkeade, una de los siete hijos de la pareja, a la cadena 'Kare TV'. Los hijos pensaron que, en el caso de Bob, todavía le quedaba un tiempo de vida. Pero no fue así.
"Tan pronto como murió mamá, él fue cuesta abajo y murió en un día. Es difícil imaginar que sea una coincidencia", ha señalado Bruce Johnson, otro de los hijos de la pareja. Además, Bruce ha destacado que su padre "era todo un caballero", y ha explicado por qué: "Esperó a que mi madre falleciera para después morir, ya que habían acordado no estar el uno sin el otro", comentó. Bob y Corrine fueron honrados juntos en la zona rural de San Pedro.
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