Isabel murió sola en un piso de Madrid hace unos quince años y nadie la buscó hasta esta semana. Pero ya entonces sus vecinas sospecharon que estaba muerta por el hedor que emanó durante semanas, y avisaron a la familia y a la Policía.
Desistieron porque les dijeron que estaría en una residencia o con una sobrina. El pasado martes los bomberos entraron en el piso de Isabel, que ahora tendría 93 años, porque una sobrina -con la que no tenía trato- denunció su desaparición en la Policía, tras acudir al domicilio y no obtener respuesta.
Encontraron su esqueleto en el baño. "Sospechábamos que estaba muerta, pero qué más vamos a hacer" se quejaban la presidenta de la comunidad de vecinos del bloque y una vecina de Isabel, horas después de que se supiese la noticia.
"La familia se ha acordado un poco tarde", comentaban las vecinas de Isabel, que vivía sola un segundo piso del distrito de Ciudad Lineal desde que murió su marido, aproximadamente en el año 2000, aunque sus compañeras de escalera no lo recuerdan exactamente.
Isabel saludaba al vecindario y era educada, aunque no mantenía gran amistad con ninguno de los moradores del bloque, puede ser por la depresión que saben que sufría desde antes de que muriera su marido, y que se agravó con su fallecimiento.
Se percataron de su ausencia sobre el año 2004 -las fechas les bailan porque ha pasado mucho tiempo- y llamaron a la familia "en el momento que a esta mujer se la echó en falta".
"¿Por qué no colaboró la familia? Pues eso no te lo sé decir", explican tras recordar que en aquellos días, en los que había un fuerte olor desagradable por casi todo el vecindario, buscaron el teléfono de la cuñada de Isabel y la llamaron y ésta les dijo "que estaría con una sobrina o en una residencia", y ellas no pudieron dudar de esa palabra. También fueron a la Policía y le dieron ese contacto pero, según les contaron los agentes, esa mujer les colgó el teléfono y ellos no podían hacer mucho más porque Isabel tenía familia.
Esa es la versión de las vecinas, porque la Policía no tiene registro de esas reclamaciones. No cejaron en su empeño y llegaron a ir al banco de Isabel para ver si sabían algo de ella, ya que los recibos de la comunidad se pagaban... pero no podían informarles porque son datos de carácter personal e infringirían la ley, recuerdan.
Las vecinas entrevistadas coinciden en que primero creyeron que, por el hedor que invadía su bloque, Isabel podría estar muerta, pero luego creyeron que ese mal olor podría ser de basura que habría quedado en su piso.
Además, el olor fue desapareciendo. Los años fueron pasando e Isabel no aparecía en las reuniones de vecinos, pero los recibos de la comunidad seguían pagándose. Suponen que en su cuenta se recibía su pensión y eso hacía que pagaran, automáticamente porque los tenía domiciliados, el agua, la luz o el gas.
De todas formas advirtieron al administrador de la finca de que Isabel seguía sin aparecer nunca, y éste les dijo que no podía hacer nada porque ella seguía pagando los recibos correctamente.
Precisamente en el bajo del edificio hay una sucursal bancaria cuyos empleados han relatado que, aunque no saben si la fallecida era clienta suya, lo que ocurre normalmente es que cuando una persona tiene saldo positivo y los movimientos son solo de los recibos domiciliados no se genera una alarma, y además los bancos suelen tener muchos clientes y no pueden vigilar los movimientos de cada uno.
Si el saldo en la cuenta hubiese sido negativo probablemente el banco sí habría indagado, reconoce una trabajadora. Hoy en el buzón de la fallecida seguía acumulándose correspondencia y numerosos periodistas preguntaban sobre la vida de Isabel. "Siempre nos hemos preocupado pero no pudimos hacer más", cuentan los habitantes del antiguo bloque de ladrillo, de cinco plantas y cuatro viviendas por rellano.
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