La última vez que este padre cogió a su hijo en brazos, era un bebé con tan solo semanas. Ahora, 32 años después pueden repetir ese abrazo. Esto se debe a que la injusticia por la que Joaquín Siria estaba en prisión ha llegado a su fin.
Este hombre fue condenado por asesinato en 1991 a cadena perpetua. Lo arrancaron de su hogar en California, Estados Unidos, con 29 años y lleva media vida encerrado injustamente. La parte más dura de su cadena perpetua fue asistir a meros flashes de la vida de su hijo, que ya es un hombre.
"Me gustaría sentarme solo con mi hijo, llorar con él si tengo que llorar, y explicarle que ya todo pasó", ha declarado Ciria. La justicia no solamente reconoce su inocencia, también deja patente que su juicio fue irregular.
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La libertad le llega a tiempo de evitar lo que más temía: "Que mi madre se me muriera en Cuba sin haber tenido la oportunidad de saber que su hijo está libre". En la isla le espera ella, pero antes piensa darse un pequeño homenaje. "Lo que voy a hacer es buscar comida cubana", asegura Ciria, ya que ha pasado más de 12.000 días sin poder elegir ni el plato, ni el lugar y ni la compañía.