A Mohammed Oga no se le ha ido el miedo ni tampoco el asombro del rostro. El etíope, de 38 años, sobrevivió 11 días en el mar en un bote a la deriva. Ha sido el único superviviente de 15 personas. "En el bote también había una mujer embarazada con su esposo", cuenta.
La gasolina se les acabó. Después, la comida y el agua. A los cinco días murieron los dos primeros migrantes. Comenzaron a beber agua del mar y a partir de ese momento fueron falleciendo dos personas cada día, relata.
Mohammed recuerda que intentó "pedir ayuda a los barcos y helicópteros" que pasaban, pero nadie los socorrió. Cuando la Agencia Europea de Fronteras localizó su bote a principios de esta semana ya solo quedaban dos cuerpos en él. Uno, moribundo, era el suyo. Él otro, el cadáver del único migrante que no fue arrastrado y sepultado por el mar.
Oga cuenta que tuvo que pagar un alto precio por intentar cruzar el Mediterráneo hacia Europa: "En Trípoli contacté a un contrabandista y él me pidió 700 dólares para el viaje".
Sabe que su futuro es más que incierto, pero asegura que volvería a huir y a arriesgar su vida atravesando una de las extensiones de agua más mortíferas del mundo antes que no hacer nada. "Si no hubiera venido a Malta, habría muerto en Libia", asegura.
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