Mari Luz Blanco, que cuida a su marido enfermo de ELA, cuenta en primera persona cómo les ha afectado la pandemia: "Ha sido horrible para nosotros. Nos ha afectado muchísimo", expresa la mujer, quien explica cómo es su día a día. "Está centrado en mi marido. Desde que le levanto, él necesita ayuda absolutamente para todo, desde su aseo personal, hasta para comer o beber", relata la mujer.

Su marido, enfermo de ELA, depende de ella las 24 horas al día los siete días de la semana, y Mari Luz, que ha sido y es su cuidadora, ha asumido "una serie de profesiones" para su cuidado, "desde peluquera, a podóloga, a fisioterapeuta o enfermera".

La pandemia ha empeorado una situación que ya de por sí es complicada para miles de cuidadores no profesionales que, como Mari Luz, atienden a personas dependientes. En este sentido, Miguel Fernández Alcalde, director general de Merck España, señala que "un poco más de siete de cada diez cuidadoras no profesionales han empeorado su bienestar psicológico y físico".

A ese desgaste físico y mental se une también el miedo a contagiarse de COVID-19. Y, además, en muchos casos, estas personas, la mayoría, mujeres, deben compaginar sus trabajos con los cuidados. "Es casi una jornada extra la que necesitan estas personas, son casi 25 horas semanales extras sobre la jornada laboral las que tienen que dedicar a sus seres queridos", indica Fernández Alcalde.

Siete de cada diez tienen miedo a perder su trabajo

De ahí que, según el 'Informe sobre el Bienestar de los Cuidadores' realizado por Merck, siete de cada diez tienen miedo de perder su trabajo. Y, además, el 90% de los cuidadores asegura que su trabajo, ese esfuerzo añadido, no se ve reconocido ni por la sociedad ni por las administraciones, lo que hace que el malestar psicológico sea cada vez mayor.