Rodeada de cadáveres. Así encontraba la tripulación del Open Arms a una mujer abandonada por los guardacostas libios. Era julio de 2018. Podría volver a pasar mismo. Escapar de Libia es el único camino: aunque se enfrenten a morir ahogados.
Este es el naufragio más mortífero en lo que va de año. Alrededor de 150 personas perdían la vida. Durante días el mar fue arrastrando sus cuerpos. "Éramos 300 personas. Empezó a entrar agua. Murieron mujeres y niños", narra un refugiado.
Aunque el punto de inflexión llegaba en 2015, frente a Lampedusa. Alrededor de 800 personas morían tras hundirse el viejo barco en el que viajaban. No era la primera vez. En 2013, también frente a Lampedusa, el mundo se horrorizó con la muerte de más de 350 migrantes. Los políticos europeos parecieron preocuparse. "La imagen de cientos de ataúdes nunca se me olvidará", comentaba el expresidente de la Comisión Europea. Sólo fue un espejismo.
Finalmente lo que ha hecho la UE ha sido endurecer sus políticas migratorias, especialmente países como Italia.
Las mafias se aprovechan de la situación desesperada de estas personas para mandarles hacinados en barcos y lanchas.
Sólo en 2019, el Mediterráneo se ha tragado las vidas de 839 personas. En los últimos cinco años, han sido más de 18.000 los migrantes que han muerto o desaparecido.
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