La primera señal de alerta de una joven que era adicta al móvil fue la ansiedad y necesidad de revisarlo a cada minuto. "Mi vida era solo móvil, móvil y móvil, casi 24 horas, desde que me levantaba hasta que me iba a dormir", recuerda.
Su adicción fue deteriorando poco a poco sus relaciones personales. La joven recuerda que "quedaba con amigos y solo estaba chateando, era una falta de educación".
Empezó terapia hace dos años porque entendió que, tal y como reconoce, "solo vivía por y para el móvil". Como ella, hay miles de jóvenes que acceden a la tecnología a edades temprana y generan dependencia.
Eva Gómez, directora del Hospital Día Desconecta, alerta de que "hay personas que están de 16 a 18 horas mirando el móvil, jugando a videojuegos".
El acceso a contenidos no adecuados o ser víctimas de ciberacoso es lo que más inquieta a los progenitores. "Empecé a chatear con gente que no conocía y no me daba cuenta del peligro que existe detrás de la pantalla", cuenta una joven.
Si sustituyen actividades con amigos por estar en la habitación con el móvil, los padres deberían abrir los ojos. En concreto, Eva Gómez señala que hay que estar alerta cuando se perciben "cambios repentinos en el humor, mucha inestabilidad emocional, cuando se quedan aislados o no se comunican". Porque cuando nuestro móvil nos hace perdernos la realidad, es el momento de levantar la cabeza.
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