Los estafadores ya no solo se limitan al teléfono o a los medios digitales. La última técnica, que tiene a las autoridades en alerta, hace que incluso haya quien se presenta hasta en la puerta de nuestro domicilio. Por ello, y ante la gran amenaza que representan para los mayores, ya hay voluntarios cibernéticos que dan cursos a los más vulnerables de esta trampa.
Todo comienza con una llamada. Una que puede parecer inocente. Pueden, incluso, hacerse pasar por el número de la entidad bancaria. Por lo general, el de la oficina más cercana. Es ahí cuando avisan de que alguien está usando nuestra tarjeta y que hay que anularla.
"El supuesto empleado, muy amable, le dice que tiene que hacer unas visitas a unos clientes cerca de su domicilio y que estará encantado de recoger las tarjetas 'anuladas' para entrar unas nuevas", relatan David Marugán, consultor de seguridad, en redes.
Luego, a casa: "Lo preocupante es que esta persona, a la que apenas se puede ver la cara por el vestuario y la gorra, llegó casi hasta el salón de su casa".
Las personas mayores, las más vulnerables, son su principal objetivo. Desconocen las amenazas a las que se exponen, y muchos solo usan el móvil para hablar con la familia.
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"El código, el PIN. La primera regla es que no hay que dárselo a nadie. Son absolutamente privados para hacer operaciones", recuerda Luis Bengochea, voluntario de la 'Fundación Cibervoluntarios'.
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