Endebles tiendas de campaña, que apenas resisten el embate del aire en un día normal, es lo que tienen para sobrevivir, hacinados, al crudo invierno, los migrantes del peligrosamente superpoblado campo de Moria. "En cuanto cae mucha agua, esto es un completo desastre", denuncia un voluntario de una ONG.
7.000 personas, la mayoría mujeres y menores, hacinadas y atrapadas en condiciones inhumanas por la inacción de Europa.
"Tremenda: sin agua, sin luz y con un frío horrible. El año pasado hubo que lamentar varias muertes", explica Nieves Tirez Jiménez, la directora de la Fundación Mensajeros de La Paz.
Tan desbordado el campamento, que familias como la de Bashar se han echado al monte, acampando entre basura: "Mi mujer va a dar a luz en el bosque"
La comida llega justa y falta casi todo lo demás. Sobre todo seguridad. De noche, cuentan, Moria se convierte en una jungla a merced de bandas, alcohol, drogas y violaciones. "No salimos después de las diez. Cualquier chica sabe que puede ser atacada en cualquier momento", relata Shahed, una migrante iraquí.
En estas condiciones, se están multiplicando las enfermedades mentales. Las cosas no están mejor en las otras islas griegas. Y todo, porque no hay voluntad política. Es una retorcida manera, denuncian las ONG, de disuadir a los nuevos migrantes.
"Una vergüenza, lo que estamos haciendo en la Comunidad Europea. Uno pide, clama, de corazón, de rodillas: por favor, resolvamos el problema", señala el Padre Ángel. Grecia dice que lo intenta pero no puede hacer más: se lo impide el pacto de la vergüenza entre la UE y Turquía.