En agosto de 2011 un grupo de arqueólogos buscaba bajo un parque en Palencia restos de víctimas de la represión franquista. El lugar, antes cementerio, albergaba diferentes cuerpos entre los que estaba el de Catalina Muñoz Arranz.
Hace 83 años Catalina fue condenada a muerte, fusilada y enterrada en cal viva. Al ser arrestada llevaba en sus brazos su hijo menor de nueve meses y en el bolsillo de su delantal llevaba el sonajero del pequeño.
Hoy, Martín ha podido recuperar, por fin, ese sonajero que la guerra le arrebató cuando era sólo un bebé.
Catalina era una mujer de 37 años que vivía en el municipio palentino de Cevico de la Torre junto a Tomás, su marido, y sus cuatro hijos. En 1936 fue fusilada por un vecino del pueblo y hasta ahora no han podido recuperar su cuerpo.
"Los restos hablan", ha dicho el presidente de la ARMH, José Luis Posadas, en el homenaje a Martín, a su hermana Lucía, los dos únicos hijos vivos de Catalina, y a sus nietos, en el mismo parque donde se encontraron sus restos y donde se los han entregado a sus hijos.
Los restos de Catalina se encontraban junto al sonajero de su hijo Martín y hablaron. Dijeron que Catalina era mujer y madre, una madre y un sonajero que se han convertido en símbolo de la barbarie de la guerra.
"A Catalina le arrebataron un bebé de sus brazos y nunca más se volvió a saber de ella", ha dicho Posadas.
La historia de Martín es la de un bebé huérfano, una madre fusilada y un padre encarcelado. Un bebé huérfano del que tuvo que hacerse cargo una niña de 11 años, su hermana Lucía, que ha llorado de emoción al recuperar los restos de su madre y con ellos una parte de la dignidad que segaron de lleno.
"Estamos aquí para enterrar de una forma digna a nuestra abuela y con ella enterramos el dolor que de todos estos años nos produjo no saber dónde estaba", ha dicho su nieta Lucía. "Ojalá que los que seguís buscando a vuestros familiares lleguéis a vivir un día como este", ha añadido.
"Mi abuela fue fusilada por uno de su pueblo, por venganza, por defender su libertad y sus ideales", ha destacado Josefa Díaz, otra de las nietas de Catalina que ha querido tener un recuerdo para "aquellos que murieron asesinados en tierras y cunetas y que a día de hoy, siguen ahí".
"Catalina representa a todas las mujeres que dieron su vida por defender sus ideales", ha apuntado Manuel Monge, el historiador que empezó a tirar del hilo en 2009 e impulsó en 2011 las exhumaciones en el parque de la Carcavilla donde se encontraron los restos de 108 represaliados.
Mercedes Herrero, de Pez Luna Teatro, ha dado vida a esta historia, con flores, un pico negro y un mandil como el que llevaba Catalina el día que fue asesinada, y trazando con tiza sobre el monumento a la Memoria Histórica todo el árbol genealógico de esta madre de cuatro hijos.
Un árbol genealógico que Mercedes Herrero ha cerrado escribiendo la frase "ninguna guerra puede matar a una madre" mientras el anciano Martín hacía sonar su sonajero junto a otros muchos sonajeros de colores que en otras muchas manos se han sumado a este emotivo homenaje.
El cantautor turolense Joaquín Carbonel ha puesto fin a este homenaje interpretando la canción que ha compuesto en memoria de esta madre, 'la madre del sonajero'
Un sonajero que ha devuelto la memoria a Martín, un juguete que 83 años después ha vuelto a las manos envejecidas de ese niño, hoy anciano, que ha soñado toda su vida con tener los restos de su madre antes de morir él.
En este vídeo repasamos cómo fue la recuperación de los restos de Catalina: